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De aquel modo se perdió también un admirable artículo sobre «Los recursos de Humboldt County» que había yo compuesto la noche antes, y que, sin duda alguna, hubiera cambiado el aspecto de los negocios del año siguiente y llevado a la bancarrota a los muelles de San Francisco.

Ante esos movimientos inconcebibles que arrastran por los desiertos infinitos a millares y millares de soles; ante esa colosal catarata, esa lluvia de estrellas que rueda sin cesar por los abismos del espacio; ante esas órbitas inconmensurables; ante esas distancias y velocidades donde la imaginación se pierde, descritas con la firmeza de un sabio y el fuego de un poeta por el barón de Humboldt, el joven presbítero se sintió acometido de un vértigo.

Los caballos de la sabana. El traje de viaje. Rosa. Soacha. La hacienda de San Benito. Una noche toledana. La leyenda del Tequendama. El mito chiboha. Humboldt. El brazo de Neuquetheba. El río Funza. Formación del Salto. La hacienda de Cincha. Paisajes. La cascada vista de frente. Impresión serena. En busca de otro aspecto. Cara a cara con el Salto. El torrente. Impresión violenta.

Merced á los benévolos consejos de los señores Cuvier, Brongniart, Cordier, Isidoro Geoffroy Saint-Hilaire, y del célebre viagero baron de Humboldt, me fué dado entrever cual seria el circulo de mis investigaciones.

Su iglesita pobre y linda, si bien está escasa de adornos de piedra y de altivos pórticos, tiene, en cambio en su pequeño atrio, esbeltos y coposos árboles; las más bellas parietarias enguirnaldan su humilde campanario con sus flores azules y blancas; su techo de paja presenta con su color obscuro, salpicado por el musgo, una vista agradable; la cerca del atrio es un rústico enverjado formado por los vecinos con troncos de encina, en los que se ostentan familias enteras de orquídeas, que hubieran regocijado al buen barón de Humboldt y al modesto y sabio Bonpland ; y el suelo ostenta una rica alfombra de caléndulas silvestres, que fueron a buscarse entre las más preciosas de la montaña.

No; es la muerte de Caldas, lo que no se perdona, del sabio Caldas, de ese Humboldt americano que, sin elementos, sin recursos, sin guía ni modelo, había emprendido la obra inmensa de clasificar la flora y la fauna infinita de su patria y explorar su cielo cubierto de astros innumerables...

El ingeniero D. Domingo Esquiaqui, citado por el señor Ortiz, midió la catarata con la sondalesa y el barómetro, y halló que su altura, desde el nivel del río hasta las piedras que sirven de recipiente a sus aguas, es de 264 varas castellanas o 792 pies. Tenemos ya una opinión científica que aumenta en un tercio la cifra de Humboldt.

«Esa inmensa cordillera de montañas, que costea el gran oceano Pacífico, desde el cabo de Hornos hasta el istmo de Panamá, está bien léjos de haber sido estudiada en toda su extension con respecto á sus producciones naturales; Mutis, Ruiz y Pavon, Dombey, Haenke, y mas recientemente los señores de Humboldt y Bonpland han explorado su parte norte, desde Panamá hasta Lima, es decir, hasta los 12 grados de latitud sud.

La muerte bajo esa faz. La hazaña de Bolívar. La altura del Salto. Una opinión de Humboldt. Discusión. El Salto al pie. El Dr. Cuervo. Regreso. Al fin llegó el día tan deseado del paseo clásico de Colombia, la visita al Salto de Tequendama, la maravilla natural más estupenda que es posible encontrar en la corteza de la tierra.

Humboldt, que es necesario citar siempre que uno lo encuentre en su camino, dice que el río se precipita a 175 metros de profundidad, agregando, al terminar su descripción: «Acaban de dejarse campos labrados y abundantes en trigo y cebada; míranse por todos lados aralia, alstonia theoformis, begonia y cinchona cordifolia y también encinas y álamos y multitud de plantas que recuerdan por su parte la vegetación europea, y de repente se descubre, desde un sitio elevado, a los pies puede decirse, un hermoso país donde crecen la palmera, el plátano y la caña de azúcar.