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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Habló después de la dura-máter, de los hemisferios, de los lóbulos frontal, parietal y occipital, de la hoz del cerebro y de la tienda del cerebelo. En este punto tuvo una ocurrencia feliz, comparando bellamente las circunvoluciones de la sustancia gris a un montón de intestinos arrojados al acaso.
Dos días después, don Alonso Blázquez Serrano, saliendo de visitar al señor de la Hoz, topaba con Ramiro en la escalera. El mancebo descendió para acompañarle. Cuando llegaron al patio, don Alonso, arrimándose a una columna, como si buscara ocultarse de los lacayos, díjole sin ambages que algunas personas comenzaban a murmurar de sus frecuentes visitas al barrio de Santiago.
Vió al mocetón brutal y membrudo con la espada de la guerra, al arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste, al avaro calvo con las balanzas del hambre, el cadáver galopante con la hoz de la muerte. Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre. Todo lo demás resultaba un ensueño. Los cuatro jinetes eran la realidad...
Es cosa agradable cambiar así de orilla, sentarse tan pronto á la sombra de un álamo como de un sauce, ir de la pradera ya arrasada por la hoz, embalsamada por el olor del heno, al césped matizado de flores.
19 Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y la envió al grande lagar de la ira de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil seiscientos estadios.
Bajaron hasta la galería de la mina y allí cayeron. Plutón de pie, Demetria de espalda. Aquél quiso ayudarla á levantarse, pero ella se alzó bravamente en seguida y recogiendo precipitadamente la pequeña hoz que brillaba en el suelo porque la había dejado caer en su descenso, se alejó de él blandiendola con su mano crispada. Se hallaban casi en tinieblas.
España, la invencible soñadora, que monta rocinantes a deshora, los toros lidia, viste la mantilla, ama la jota y al danzón se entrega, mas cuyo acero no es una hoz que siega, sino arado que pone la semilla;
Les llamaba hijos míos, asegurándoles que no se apuraba por tan poco. No lo había perdido todo. Aún le quedaba lo mejor de la casa, la hoz de su abuelo: una joya que no quería cambiar ni por cincuenta hanegadas de tierra buena.
Vale mucho más otra comedia de La Hoz, titulada El montañés Juan Pascual y primer asistente de Sevilla . Indicaremos, por tanto, el argumento de esta obra dramática digna de aprecio. El rey Don Pedro el Justiciero, más conocido bajo el sobrenombre de Cruel, se extravía cazando en la inmediaciones de Sevilla.
Batiste se detuvo, lamentando en su interior no llevar consigo ni una mala navaja, ni una hoz, pero sereno, tranquilo, irguiendo su cabeza redonda con la expresión imperiosa tan temida por su familia y cruzando sobre el pecho los forzudos brazos de antiguo mozo de molino. Conocía á aquel hombre, aunque jamás había hablado con él. Era Pimentó. Al fin ocurría el encuentro que tanto había temido.
Palabra del Dia
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