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Más allá veíanse los campos, que azuleaban con la llegada del crepúsculo, y a lo lejos, sobre la ancha y polvorienta faja del camino, marcábanse como un rosario de hormigas las mujeres que, con los fardos en la cabeza, marchaban hacia el inmediato pueblo, cuya torre asomaba tras una loma su montera de tejas barnizadas, brillantes con el último reflejo de sol.

Y para que estos no puedan llevarse las hormigas, que suben ó bajan en tiempo de seca, tienen hecho del mismo barro fuerte un canal ó camino cubierto, que baja hasta el pié del árbol, por el cual canal suben y bajan las hormigas con toda seguridad. El arroz se halla silvestre en las márgenes del rio de Cuyabá y de los Porrudos. No se coje trigo, ni vino, ni otros frutos de Europa.

Moscas, abejas de todas clases, y sobre todo hormigas, muchas hormigas, van errando por las ramas en busca de una fuente. Las flores tienen la corola agostada por el calor, las hojas duermen contraídas bajo el sol, la vegetación, marchita, espera el beso fresco del anochecer para reanimarse, recobrando su vital expansión.

Cuando llegó el momento del canto, moduló con voz llena de dulzura, aunque emitida por la nariz, unas coplas llenas de sentimiento en que había una que envolvía todo un piropo, que venía como de molde: ¡Las muchachas bonitas Son perseguidas Como la azucarera Por las hormigas!

17 El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos lo saquen del río, y lo devoren los hijos del águila. 21 Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta no puede sufrir: 22 Por el siervo cuando reinare; y por el loco cuando se saciare de pan; 25 Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida;

Interiormente se componen estas habitaciones de celdillas separadas por tabiques, donde las hembras, llamadas por los indios Reina de las hormigas, deposita los 80.000 huevecillos que como resultado de la cópula arroja al exterior. Aunque el Anay destruye todas las maderas, excepto unas cuantas por su amargor y dureza, la que con más placer destruye es la del pinabete.

A través de los solares en construcción y de las escalinatas que se desarrollan pendiente abajo distinguió la inmensidad del mar, y en su orilla la arboleda de los jardines, la larga masa del Casino á vista de pájaro, con sus tejados verdosos y las cúpulas amarillas de sus salones, la gran plaza, el jardincillo circular del «queso», y en torno de él numerosas personas del tamaño de hormigas.

Las hormigas removían el suelo, elevaban pirámides junto al túnel de su vivienda, y en negros rosarios atravesaban los andenes, realizando bajo la hierba obscuras epopeyas de combates, conquistas y trabajos hercúleos. De ciprés en ciprés aleteaban pájaros negros, rasgando el silencio con su silbido.

Por fin, a un nuevo grito del contramaestre, el baile cesó, restableciéndose el silencio como por encanto, y las hormigas volvieron, un momento después, a trepar laboriosamente las tablas, cargadas con sus pesados canastos y proyectando, bajo las ondas de luz, las negras figuras de sus cuerpos sobre la vaga sombra que cubría el suelo. ¡Los negros!, he ahí el mal terrible de la Martinica.

Por su parte, el séquito de la novia empezó a animarse también, y a vueltas de algún suspiro y de limpiarse los ojos con los pañuelos y aun con el dorso de la mano, fueron rebullendo los grupos de hormigas negras, con ánimo de abandonar el andén. La incontrastable fuerza de los hechos las empujaba a la vida real.