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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Nada diré del temple del arma que eligieron para tan ruda batalla. El lector va a conocerle, y dirá de él lo que mejor le parezca. Yo, mero historiador, a los hechos me atengo, y ésos voy a referirle.
El critico y el historiador de nuestra literatura deben tener presente todo esto para no excitar con sus alabanzas á la lectura de libros que no merezcan ser leídos, pero tampoco deben escatimar el encomio á todo libro ó trabajo que sea digno de él, aunque la generalidad del público no sepa apreciarle.
La prolijidad del buen cura no es para imitada aquí, pues él se había propuesto ser en lo futuro historiador de aquella gran guerra, y apuntaba todas las noticias para reunir materiales.
Cuando el séquito del emperador, compuesto en su mayoría de extranjeros, se solazaba en ocasiones solemnes con los espectáculos dramáticos, se elegían siempre para este objeto piezas escritas en idiomas extraños, como sucedió en el año de 1548 en las bodas de la infanta doña María con el archiduque Maximiliano, en Valladolid, en cuya celebridad, según refiere un historiador, se representó una comedia del Ariosto .
Más adelante está un historiador que se volvió loco de sentimiento de haberse perdido tres décadas de Tito Livio. Más adelante está un colegial cercado de mitras, probándose la que le viene mejor, porque dió en decir que había de ser obispo.
Nadie podrá acusar de jesuítico al célebre y malogrado historiador y polígrafo Oliveira Martins, y, sin embargo, en este punto que tocamos ahora, ensalza como nadie á los jesuítas, haciendo que la gloria de ellos y su triunfo en el Concilio de Trento aparezcan acaso como el mayor triunfo y como la más espléndida gloria de la civilización ibérica en el siglo XVI. «Los protestantes, dice Oliveira Martins, no excluyen las buenas obras; pero no es el mérito de ellas el que redime: es únicamente el mérito de Cristo, independiente del hombre.
Con estas célebres palabras del «Fausto» podría empezar un futuro historiador de la poderosa república el Génesis, aún no concluído, de su existencia nacional. Su genio podría definirse, como el universo de los dinamistas, la fuerza en movimiento. Tiene, ante todo y sobre todo, la capacidad, el entusiasmo, la vocación dichosa de la acción.
Diego Deza, consigna, que, no fué bastante á curarlo de la enfermedad de gota que lo aquejaba el colocar sus pies sobre los lomos de un león que sus deudos hicieron traer de Africa, lo cual vió por sus propios ojos el ilustre historiador sevillano.
Un acreditado historiador de la Iglesia nos dice que los lugares donde se reunian los primeros cristianos parecian mas escuelas públicas que templos. Adriano, tolerante con la ley de Cristo desde que leyó la apología de S. Cuadrato, permitió á sus adeptos la construccion de ciertos templos, que llevaban el nombre de Adrianéos, y cuya forma era próximamente la de las basílicas paganas.
He aquí lo que dirá el sensato lector: «tú, historiador parcial, defiende admirablemente la reputacion y buen nombre de tu héroe, pero resulta de tu misma narracion, que él ocupó el pais protestando amistad, que invadió sin título, que atacó á quien le ayudaba, que se valió de traicion para llevarse al rey, que peleó durante seis años sin ningun provecho.
Palabra del Dia
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