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Actualizado: 27 de octubre de 2025
El hijo del historiador, más aficionado á los deportes que á la literatura, consideró como un homenaje filial la reconstrucción á la vista del Mediterráneo de un castillo como los que su padre había descrito al relatar las leyendas de su país.
Entonces empezó una de esas luchas frenéticas, sangrientas y heróicas, no referidas por ningún historiador, no cantadas por ningún poeta, de las que no queda otra señal ni monumento que una nación poderosa y feliz y una costa no devastada por las depredaciones que un tiempo la asolaran.
A pesar de los grandes progresos que ha hecho la geografia, ¿cual es el hombre, versado en estos estúdios, que deje de explorar las relaciones de los primeros viageros, para comparar, y rectificar á veces las especies de los que marcharon despues en sus huellas, con mas instruccion y auxilios? ¿Cuanta luz arroja aun sobre el Asia su primer historiador Herodoto, y su mas antiguo viagero Marco Polo? ¿Y que otra cosa son los geógrafos menores que recogiò è ilustró con tanto afán Hudson, sino nuestros Cardiel, Hernandez, Pavon, y Amigorena?
Si uno de los frenos mas poderosos, cual es el temor de perder la buena reputacion, no es todavía bastante para mantener á los hombres en los límites de la verdad, ¿cómo podremos fiarnos de quien carece de él? Antes de leer una historia es muy importante leer la vida del historiador.
Esto no lo habrá negado el historiador; pues bien, esto basta: píntense los pormenores como se quiera, la verdad quedará en su lugar.
-A eso -dijo Sancho-, no sé qué responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor. -Así es, sin duda -dijo Sansón-; pero, ¿qué se hicieron los cien escudos?; ¿deshiciéronse?
Desde las plataformas de aquel edificio mixto y despedazado, el viajero contempla un espectáculo maravilloso, digno del pincel del artista y de la admiracion del poeta, como del estudio del historiador y el arqueólogo.
Thiers en la capital se conocían muy pocas noticias hasta que un sobrino de don Juan Nicasio Gallego tuvo la oportunidad de dar á luz unas cartas que poseía, cartas curiosas y que fueron escritas á su ilustre tío por el deán de Sevilla don Manuel López Cepero, á raíz del viaje del célebre historiador francés.
En el séquito descollaba el Reverendo Padre Fray Francisco Álvarez, elocuente y verídico historiador de la Embajada misma, a cuya narración nos remitimos, y alma además de las negociaciones diplomáticas, porque el tal don Rodrigo era muito parvo, si hemos de dar crédito a las hablillas y murmuraciones de sus subordinados.
Pero ya que de esto hemos venido á hablar, oigamos describir al mismo historiador la manera cómo montó á caballo por última vez el protagonista del siglo de los héroes, el vencedor de mil combates, el hombre de hierro.
Palabra del Dia
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