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Actualizado: 10 de junio de 2025


Es MEDINILLA, el que la vez primera Cantó el romance de la tumba escura, Entre cipreses puestos en hilera. Este, que en verdes años se apresura Y corre al sacro lauro, es DON FERNANDO BERMUDEZ, donde vive la cordura. Este es aquel poeta memorando, Que mostró de su ingenio la agudeza En las selvas de Erifile cantando.

Pecado miró con receloso espanto la hilera de cabezas que en el borde de la tapia se le aparecía, y ante aquella visión de pesadilla se sintió domeñado, aunque no cobarde. Terrible coro de amenazas e injurias brotó de aquella fila de bocas, y más de cincuenta brazos se extendían rígidos por encima de la tapia. Pero el alma de Pecado se componía de orgullo y rebeldía.

Sobre estos arcos corre una pequeña columnata con su arquitrabe y con arquitos ornamentales en los intercolumnios formando una hilera de hornacinas, y luego un entablamento de gran trabajo, en cuya faja inferior hay una inscripcion que dice el tiempo en que se acabó la obra de la capilla mayor.

Era de ocho ninfas, repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido, y de la otra, el Interés; aquél, adornado de alas, arco, aljaba y saetas; éste, vestido de ricas y diversas colores de oro y seda.

En cada una de las cuatro esquinas de la plaza, que es bastante espaciosa, hay una capilla; el centro está ocupado por una grande cruz rodeada de hermosas palmeras cuchis; en los costados se ven las numerosas casas de los indios, puestas en hilera y colocadas del modo mas conveniente para facilitar su ventilacion.

Pedigüeño tenemos, dijo en aquel punto Tristán, señalando hacia un árbol cercano á cuya sombra se sentaba un viejo, cubierto desde el cuello hasta los descalzos pies con tosco sayal gris de triple esclavina y llevando un grasiento sombrero de anchas alas con tres conchas cosidas en hilera al frente de la copa.

Aquélla es la Victoria , de frailes mínimos de San Francisco de Paula, retrato de aquel humilde y seráfico portento que en el palacio de Dios ocupa el asiento de nuestro soberbio príncipe Lucifer; y mire allí enfrente los retratos que yo la prometí enseñar; sin estar la dicha mulata en la plática que hacia don Cleofás había dirigido el tal Cojuelo, y diciendo: ¡Qué linda hilera de señores, que parece que están vivos!

En la parte baja se ve un escudo con las armas del prelado, y á los lados dos cartelas de elegante forma con la inscripcion siguiente: «Hoc Sacrum opus angelicæ salutationis divæ Mariæ Virgini dicatum, Frater Joannes á Toleto sculpendum curavit, episcopatus sui anno decimo, nativitatis vero domini nostri MDXXXIIISirve de remate á este cuerpo una hilera de escudos y balaustres á modo de jarrones.

... ... tu madre... pero más bajo, más bajo... ¿no ves que yo devoro mi voz, cuando si estuviese solo rugiría?... cuando tu madre estuvo sepultada... es el nicho de la segunda hilera, junto al rincón, en la pared derecha de la puerta, conforme se entra... nunca olvido aquel nicho... cuando estuvo sepultada... parecióme que me quedaba solo en el mundo... no había amado nunca...

Siguió adelante Rafael por las calles del arrabal, solitarias, silenciosas, resonantes bajo sus pasos con una hilera de casas blancas y brillantes bajo la luna, y la otra sumida en la sombra. Se sentía subyugado por el misterioso silencio del campo.

Palabra del Dia

rigoleto

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