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Es, en fin, algo parecido a la feudalidad de la Edad Media, en que los barones residían en el campo y desde allí hostilizaban las ciudades y asolaban las campañas; pero aquí faltan el barón y el castillo feudal. Si el poder se levanta en el campo, es momentáneamente, es democrático: ni se hereda, ni puede conservarse, por falta de montañas y posiciones fuertes.

¿Cómo, señor, qué es lo que hacemos en este momento? ¿Es esto un contrato ó un testamento? ¿Olvida usted que la señora de Laroque vive, que su padre vive, que se casa, señor, pero que no hereda? ¡Un poco de paciencia; qué diablo! A estas palabras la señorita Margarita se levantó. Basta ya dijo; señor Laubepin, arroje usted al fuego ese contrato.

Cada cual recordó allá en sus adentros alguna de las varias sentencias vulgares que sostienen como verdad la transmisión de la culpa por medio de la sangre: de tal palo, tal astilla; la cabra tira al monte; quien lo hereda, no lo hurta; de casta le viene al galgo el ser rabilargo, y así la madre, así la hija y así la manta que las cobija.

BARBERO. Harélo, señor, así. DON JACINTO. Entra; el alma está afligida, Que aquesto por suceda. Mas en naciendo la ley De humano el pobre y el Rey Por primer blasón hereda. El alma penosa queda En este forçoso trato De honor, y me llama ingrato; No más que á Mayor adora, Y se enoja, porque agora Rompo su hermoso retrato, etc.

Un crimen nunca aprovecha a su autor; sólo resulta útil a los otros. Se mata a un rico en la carretera y se le encuentran cien sueldos en el bolsillo. Todo lo demás va a parar a los herederos. ¡Pero aquí soy yo la que hereda! No heredarías si te sorprendiesen en un delito. Por de pronto, ella puede morir de muerte natural.

Pero vuelvo á decir que le faltan dos cosas: honrar el pensamiento por ser pensamiento; honrar la virtud por ser virtud. Reasumamos lo dicho sobre ambos personajes. Un hombre que hereda dos mil millones de reales, y que hoy cuenta con cuatro mil: un coloso de oro, de empresas, de fortuna, de crédito; un semi-Dios de nuestra época; ese es Rothschild.

Así sucedía en mi lugar con una mujer que llamaban Juana la Larga, la cual murió ya; y es muy cierto que ha dejado una hija heredera de sus procedimientos arcanos: pero el genio no se hereda, y la hija de Juana la Larga no llega, ni con mucho, adonde llegaba su madre: es mucho menos larga en todo, como lo reconocen y declaran cuantas personas competentes han conocido a la una y a la otra.

Para decir verdad, ella hereda toda la fortuna con la condición de que acepte a este individuo como su secretario y consejero confidencial. ¡Blair debía estar loco! exclamé. ¿Conoce Mabel a este misterioso italiano? No ha oído nunca nada sobre él.