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Actualizado: 15 de junio de 2025


Lubimoff sonrió al principio del tono de ironía y desengaño con que hablaba ella. ; eran muy viejos. Los grandes remedios, útiles para la mayoría de la humanidad, no obtenían ninguna influencia sobre ellos, que estaban como anestesiados por la hartura y el cansancio... De pronto, un deseo indiscreto conmovió al príncipe.

En las horas de tranquilidad, cuando la hartura les hacía conversar plácidamente como dos amigos del mismo sexo, Ulises evitaba las alusiones al pasado y le dirigía preguntas sobre su vida actual.

Por este camino que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose acullá, tornando a caer acá, llegan al grado que desean; el cual alcanzado, a muchos hemos visto que, habiendo pasado por estas Sirtes y por estas Scilas y Caribdis, como llevados en vuelo de la favorable fortuna, digo que los hemos visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura, su frío en refrigerio, su desnudez en galas, y su dormir en una estera en reposar en holandas y damascos: premio justamente merecido de su virtud.

El goce animal les había hecho olvidar la realidad por algún tiempo; pero al sobrevenir el cansancio y la hartura, los dos experimentaban la misma decepción del enfermo que ve reaparecer sus dolores luego de un paliativo con el que creía sanar para siempre... ¡Y no había más! ¡Y la hora terrible estaba más próxima que antes!...

Permanecieron los dos en silencio, y Ojeda volvió a tener la misma visión del día anterior... «¡Buenos AiresTambién este nombre mundial había titilado un instante, como parpadeo de mística lámpara, en la penumbra de la sacristía, evocando la ilusión de una mesa abundante, una mesa de hartura, y en torno de ella una familia robusta y saludable, segura del porvenir, rodeando al sacerdote rico... Y allá iban todos, siguiendo el revoloteo de la esperanza, hacia un mundo de fértiles soledades faltas de hombres, llevando como precio de su entrada fuerzas, iniciativas y apetitos: unos sus brazos, otros su inteligencia, otros el ávido capital ansioso de copular con la tierra y reproducirse hasta lo infinito... y hasta aquel pobre cura llevaba su misa, su catolicismo español, más serio, más... clásico.

Y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa, y al contrario con la hartura, y así era por cierto en .

Como la necesidad sea tan gran maestra, viéndome con tanta, siempre, noche y día, estaba pensando la manera que ternía en sustentar el vivir; y pienso, para hallar estos negros remedios, que me era luz la hambre, pues dicen que el ingenio con ella se avisa y al contrario con la hartura, y así era por cierto en .

Lo admiramos pero no nos inspira una simpatía familiar, porque fue dichoso en su existencia; tuvo amores con grandes damas, desempeñó altos cargos palaciegos, gobernó un país, vivió en la hartura.

Porque juzgo que, por sobra de valor, yerran los primeros, en no ver abismos donde puede haber flores; y tengo para que, por hartura de miedo, yerran también los segundos, en no concebir una flor sin que oculte detrás un precipicio.

El sentimiento de los celos, la amargura de no haber sido el primero y el único, rejuvenecía la pasión del marino, alejando el cansancio de la hartura, dando á las caricias de ella el sabor acre, desesperado y atrayente al mismo tiempo de una forzosa confraternidad con ignorados antecesores.

Palabra del Dia

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