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Actualizado: 20 de junio de 2025
Creo necesario que experimentes nuestra hambre, nuestra sed, nuestro frio; que presencies los sendos codazos y empujones que nos dan, y el suave y risueño perdon con que los almibaran.
Entre los que halló Roger á su paso se contó también uno al parecer fraile, que gimoteando le pidió algunos cornados para comprar pan, pues estaba muerto de hambre.
Vió al mocetón brutal y membrudo con la espada de la guerra, al arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste, al avaro calvo con las balanzas del hambre, el cadáver galopante con la hoz de la muerte. Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre. Todo lo demás resultaba un ensueño. Los cuatro jinetes eran la realidad...
Ahora no puede usted tomar cosa alguna hasta las dos de la tarde. Señora, no importa: yo ... dijo Lázaro, que era cortés, aunque estaba muerto de hambre en aquel momento. Pero no tema usted continuó la devota, bajando la voz y mirando á todos lados. Yo conozco que está usted desfallecido, y es preciso darle de comer. No salga usted de su cuarto.
8 Y será, que la gente y el reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, con espada y con hambre y con pestilencia visitaré a tal gente, dice el SE
Desterróse en él para siempre á centenares de familias, condenóse á mas de quince mil hombres á andar errantes y desnudos por las costas de Africa. ¡Pobres proscritos! Los hubo que tuvieron que ir á buscar un albergue en el Egipto, conquistando á fuerza de armas la ciudad de Alejandría. ¡Cuántos entre estos no perecieron en el camino de hambre y de fatiga!
Esta insufrible hambre macilenta Que tanto nos persigue y nos rodea, Hacen que en vuestro parecer consienta, Puesto que temerario y duro sea, Muriendo, escusaremos tanta afrenta; Mas quien morir de hambre no desea, Arrojese conmigo al foso, y haga Camino á su remedio con la daga.
Tus armas estan melladas; tus reyes, dispersos y ocupados en luchas intestinas; tus intrépidos guerreros de otro tiempo, en el sepulcro. ¡Córdoba! ¡Córdoba! vas á luchar inútilmente contra ese ejército de infieles: sucumbirás, y no al hierro, sino al hambre y al desorden.
Ya que otros lo eran, ¿por qué no serlo él? Pensaba en las judías averiadas y el pan duro de su madre; en las vilezas que le costaba cada pantalón nuevo; en el hambre, inseparable compañera de muchas de sus expediciones.
Pues es un consuelo. ¡Cosas de la vida! Aquí no le puede pasar a usted nada. ¡Si le parece a usted poco estar en la cárcel! Eso no deshonra a nadie. Martín se hizo el asustadizo y el tímido, y preguntó: ¿Me traerá usted de comer? Sí. ¿Hay hambre, eh? Ya lo creo. ¿No querrá usted rancho? No. Pues ahora le traerán la comida. Y el carcelero se fué, cantando alegremente.
Palabra del Dia
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