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Actualizado: 15 de julio de 2025


Estas habían sido bien barridas y alfombradas luego de juncia y gayomba. Aguardando ver pasar la procesión se hallaban muchas personas en las puertas, ventanas y balcones, pendientes de cuyas rejas y barandas lucían vistosas colgaduras de damasco encarnado, verde y amarillo, o de colchas de algodón estampado con enormes floripondios y orladas de rizados y cándidos faralaes.

El frio de noche les molestaba mucho; y aunque con los escasos matorrales que hallaban, tenian fuego toda la noche, como no llevaban mantas, ni con que cubrirse, por un lado se calentaban y por otro se helaban sin poder dormir.

Aunque la lucha cesó, no cesó tan a tiempo que el Rey no se enterase de ella. Y mandados por él, se adelantaron algunos soldados de su guardia, rompieron por medio de la apiñada multitud y llegaron al centro mismo donde se hallaban los que dieron ocasión al alboroto.

No tardaron en convencerse ambos de que sólo vivían en aquellos momentos en que se hallaban juntos. Comprendíalo ella en la radiante expresión de Jacobo, así que la veía, en la tierna expresión de su voz, en la presión suave y respetuosa de su mano.

Siguiéronse sin intermision las prisiones de su secretario, Fermin Aguirre, sugeto español y no de comun nacimiento, quien por la ambiciosa fantasia de haberle nombrado Virey de aquella provincia, abrazó el partido sedicioso; y la de otros que se hallaban condecorados con varios títulos, para dividirse el marido de las cuatro que se habian propuesto dominar: y como una exhalacion mandó recorriesen sus tropas todas las inmediaciones de la villa, á dos leguas de distancia, que lograron asegurar á los demas cómplices del tumulto.

Era la noche del 10 de febrero de 1678. Su excelencia se encontraba arrodillado en el escabel que un lego del convento tenía cuidado de alistarle frente al altar de la Virgen. A pocos pasos de él, y de pie junto a un escaño se hallaban el secretario y el capitán de la escolta.

Sólo el abad pareció pronto á lanzarse sobre el rebelde novicio, pero dos monjes que junto á él se hallaban lo asieron por los brazos y lograron ponerlo fuera de peligro. ¡Está poseído del demonio! gritaban los fugitivos. ¡Pedid socorro!

Llegado, sin embargo, al extremo de la cuerda, se dejó caer desde no pequeña altura sobre la cumbre del más alto risco, que quedaba al pie de la formidable roca donde se hallaban sitiados sus amigos. Tan alta era ésta que todavía tuvo que descender Roger más de veinte varas, por una escarpada pendiente que apenas le ofrecía punto de apoyo.

Pero Velázquez, ó por temor á compromisos, ó por cálculo, ó por la situación especial en que la amistad con Pontes le colocaba, no llegó á declararse abiertamente. Se mantenía en actitud equívoca. Cuando se hallaban solos la dejaba ver lo mucho que le gustaba, pero siempre con la salida abierta para retirarse en cuanto le conviniese. En presencia de gente seguía tratándola como antes.

Era traviesa y un tanto coqueta la rapaza y era el capellán peritísimo en las lides de amor. Así es que en cuanto se hallaban juntos comenzaba un tiroteo gentil donde si él lucía su destreza y sus recursos galantes, ella mostraba su fácil palabra y su ingenio picaresco.

Palabra del Dia

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