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Actualizado: 17 de junio de 2025
En aquella época, como ya mandábamos, apenas si me trataba con el doctor. Le perdimos de vista; no le hacíamos caso. La musiquilla oída al pasar frente a su casa, era lo único que nos le traía a la memoria.
Á través de la escasa luz que allí habia, todos queriamos mirarnos mútuamente á las caras, como para ver qué gestos hacíamos ó qué nos parecia aquel silencioso entremés.
Lo hacíamos porque nos daba la real gana, sin atender a que somos pobres y a que la gana de los pobres no es real, sino súbdita que necesita someterse y hasta morir sin hallar satisfacción, a fin de no exponerse a muy crueles castigos.
No te entiendo, no quiero. ¡Venimos a hacerte un favor, y nos sales con un sermón! ¡Queremos verte rico como nosotros, y nos contestas hablando de los demás, de la gente que no conoces, de esa humanidad que no te dio ni un mendrugo cuando vagabas como un perro...! Tendré que dirigirte como en nuestra juventud, cuando hacíamos la guerra.
"Sucedió, pues, que un porfiado viento nos salteó una noche, que, sin dar lugar a que amainásemos algún tanto o templásemos las velas, en aquel término que las halló, las tendió y acosó, de modo que, como he dicho, más de un mes navegamos por una misma derrota; tanto, que, tomando mi piloto el altura del polo donde nos tomó el viento, y tanteando las leguas que hacíamos por hora, y los días que habíamos navegado, hallamos ser cuatrocientas leguas, poco más o menos.
No hacíamos otra cosa que dirigir vivas ojeadas a la rejilla, esperando cuándo el catalán levantara la vista y echaba de menos los bártulos. Al cabo de algunos minutos, no pudiendo sufrir más tiempo tal congoja, decidí acabar de una vez. Señor Puig... nosotros, con la mejor intención del mundo, le hemos hecho un flaco servicio... El catalán me miró con inquietud y me turbé un poco.
La arboleda que me aisla, no es tan espesa que me impida ver las avenidas... ¡He reunido tan buenos recuerdos en seis años que habito ese pabellón! ¡Seis años ya! Me parece que ayer hacíamos los planos. ¿Recuerdas? ¡Si me acuerdo! Tu hermana fue el hábil arquitecto y quien dibujó el jardín que lo rodea.
Otras veces nos íbamos á echar cometas al Molino de Viento, ó á chichonar grilleras á los prados de Viñas, según las estaciones del año, ó á saltar las huertas de San José, que á todo hacíamos, como jóvenes que éramos.... Yo, sobre todo, con este genio tan francote y acomodado que Dios me dió, gozaba con todo mi corazón. Tenía dos amigos en la calle de San Francisco que parecían nacidos para mí.
Como he dicho, fuera de la camarilla vasca, el resto de la tripulación lo formaban ingleses, holandeses, portugueses, un español, dos o tres chinos, un malayo y un negro. Nosotros hacíamos la guardia de popa. No pasábamos casi nunca de la escotilla grande hacia la proa, mas que cuando había alguna sublevación. Desde la ballenera hasta el bauprés, mandaban realmente el contramaestre y el cocinero.
Jamás olvidaré cuánto nos reímos cuando Abelardo le trajo un pedazo de tocino en un cordel, y... pero ya conoce todo el mundo esta chanza clásica; luego bromeamos a sus costas con gran regocijo. La señorita Engracia no podía sufrirlo; le hacíamos creer que se había encaprichado con él, y le enviábamos al camarote libros y golosinas.
Palabra del Dia
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