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Actualizado: 19 de julio de 2025
Pero me parece que se prolonga demasiado la conversación de Inés con lord Gray, y voy a hacer que hablen en corrillo donde les oigamos todos. Sr. D. Gabriel, ni un momento debe abandonarse el ejercicio de la prolija autoridad materna. ¡La autoridad! ¿Qué sería del mundo sin la autoridad? En efecto, ¿qué sería? ¡El caos, el abismo!
Todos tenemos dos patrias: el lugar donde nacimos y el Estado de que forma parte. ¿Por qué no ensanchar generosamente esta concepción con una tercera patria? ¿No llegará una época bendita en que los hombres se hablen de semejante á semejante, sin pensar en si la Historia les ordena odiarse y matarse?... ¿Amando mucho á su tierra natal no podrán ser al mismo tiempo ciudadanos del mundo?...
¿Han visto ustedes unas caras paradas, unos ojos mudos, unos corbatines siempre iguales, un vestido regular y uniforme, unos cuerpos ni elegantes ni mal vestidos, unos brazos que se balancean monótonos, siempre con la regularidad y compás de las aspas de un molino? ¿Saben ustedes que los hombres de esas señas hablen nunca nada que pueda ser referido, escriban nada que deba ser leído, hagan una acción digna de ser imitada?
Hablan de que Juanito es su nieto, y que su padre, que murió, y aparecía como sobrino de Su Eminencia, era un hijo que tuvo de cierta señora cuando fue obispo en Andalucía. Pero esto no parece irritar mucho a don Sebastián. Otra cosa le enfurece, hasta inflamarle la fístula y ponerlo hecho un demonio: que hablen de doña Visitación. ¿Y quién es esa señora?
Al principio se miraron en silencio: luego cuchichearon; se levantaron por fin y aproximándose á la mesa ante la cual me hallaba sentado, me pidieron en voz baja explicaciones. Hablen alto, si gustan, señores les dije: no hay aquí necesidad de misterios. ¿Qué quieren? El público empezaba á prestar atención.
Le escribiré; le enviaré periódicos que hablen de mí y usted verá como tiene una amiga que no le olvida y le saluda desde Londres, San Petersburgo, o Nueva York, cualquiera de los rincones de este mundo que muchos creen grande y en el cual no puedo revolverme sin tropezar con el fastidio. ¡Que tarde ese momento! dijo Rafael. ¡Que no llegue nunca! ¡Loco! exclamó Leonora. Usted no sabe cómo soy.
Pero no tengas cuidado, que cuando esta asamblea principie á dar frutos... Dime: ¿y Alfonso Núñez, está en autos?... No, no sospecha nada. Es un inocente y un visionario. Es de los que se dejan matar por las ideas. Estos son los hombres que nos hacen falta: muchachos de talento y de buena fe que hablen al pueblo y le llenen de agitación. ¿Y ese otro bobalicón que hemos ido á buscar hoy?
De aquí que aquellos héroes hablen una lengua que apenas entienden ya los españoles, y expresen sentimientos e ideas de que los españoles mismos ya no participan. ¿Cómo, pues, han de entenderlos los extranjeros, cuando los españoles no los entienden ya? Aquellos poetas, con todo, eran también soberanos; pero ni ellos, ni sus héroes, pueden hoy vivir como Shakspeare y los suyos.
Pero cuando la sangre regenerada circule por sus venas, cuando el aire del cielo ensanche su pecho, cuando los perfumes generosos de la campiña hablen a su corazón y hagan latir sus sienes, cuando el pan y el vino, esos presentes de Dios, hayan reparado sus fuerzas, cuando un ardor impaciente la haga correr desalentada bajo los grandes naranjos del jardín, entonces entrará en una nueva belleza... y don Diego tiene ojos.
La contestación decía: «Señorita Clotilde Iraola, Callao, 925. Capital. ¡Te engañas! Es que mi pensamiento se ha quedado en ti, renunciando a existir en otra forma, y soy por eso eternamente tuyo. Melchor.» Cuando Melchor regresó a la mesa, preguntó al sentarse: ¿De qué hablaban? ¡Ahora la curiosidad es tuya! respondiole Ricardo. Es que a mí me interesa todo lo que ustedes hablen.
Palabra del Dia
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