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Actualizado: 3 de julio de 2025
Y ya que hablamos del Cancionero general , mencionaremos también las restantes composiciones en diálogo, que contiene.
Los galicistas del siglo XVIII, tan ignorantes como mezquinos, se atrevieron solos á calificar en general la poesía española de este siglo de que hablamos, de poesía de mal gusto, distinguiendo sólo, en toda la literatura del mismo, alguna que otra producción rara y fenomenal, y no de mucha importancia.
Esto por lo que hace al teatro moralmente considerado: si hablamos de sus salas y orquestas nada bueno podemos apuntar, absolutamente nada; en todo Paris, no hay un gran teatro, ni uno; orquestas, solo pueden oirse las de la Opera, que es magnífica, y las de los Italianos y Opera-Cómica; las demas son orquestas de provincia.
La miro a usted porque me gusta mirarla... Anoche y anteanoche, y todos los días desde aquel en que hablamos, la tengo a usted metidita dentro de mis ojos, la veo cuando duermo y cuando no duermo. Ayer, cuando me pasó lo que me pasó, dije: «No tengo sosiego hasta que no se lo cuente a la señora».
Mientras hablamos, pensamos; y mientras pensamos, hablamos con locucion interior: el entendimiento ha menester de las palabras, como una especie de hilo conductor en el laberinto de las ideas. Así es que en cuanto estas circunstancias se pueden reunir en otro signo, se consigue el mismo objeto.
Pero lo que triunfó en toda la línea fue nuestra sociabilidad, debido, principalmente, al raro tacto de Magdalena en llevar la conversación, haciendo por sí todas las preguntas e imprimiendo en todo una naturalidad que rechazaba cualquier idea de disimulo, por parte nuestra, de manera que hablamos de nosotros mismos, de nuestras esperanzas, del viaje, del tiempo, y unos de otros; de todo, menos del bueno del paralítico y de nuestra amable patrona.
No nos hablamos ahora. Hace días tuvimos una cuestión. En fin, antes que acudir a mi hermana, iré a Su Majestad, me echaré a sus pies... Sí, sí, seguramente... es lo mejor. No, no, no... Creo que de aquí a mañana me moriré de dolor. ¿Está abierta la capilla? Voy a rezar un rato, a ver si el Señor me ilumina... Adiós, adiós... Volveré mañana, a ver, a ver si hay alguna esperanza.
Solo hablamos de la idea, cuando dudamos de su correspondencia con el objeto: entonces no hablamos de la realidad, sino de la apariencia; y en tales casos el lenguaje tiene de por sí una admirable exactitud: no decimos: es, sino me parece.
El mundo es grande, y, sabiendo trabajar, se vive siempre. Venga usted conmigo. Le seguí, y me condujo a una posada de marineros de la calle de la Souris, calle estrecha, infecta, sombría. Bajamos unas escaleras, hablamos y bebimos. Sin duda, yo bebí demasiado.
Y es de la raza de aquellos hombres de que en otro tiempo se creaban los caballeros industriales. Usted exagera, señor respondió Juan; cristalero, sea, pero caballero, no. ¡Esta denominación le sienta a usted mejor que a mí! Sí, yo amo a nuestra querida cristalería. Solamente que comprendo que no se diviertan mucho los que nos escuchan cuando hablamos.
Palabra del Dia
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