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Actualizado: 16 de junio de 2025


Cargó, pues, la señora de Jáuregui con sus penates, y se instaló en un segundo de la calle del Ave-María. Habríale gustado vivir en la misma casa de la botica; pero no había allí ningún cuarto con papeles. Eligió un segundo de la finca inmediata, y sus balcones caían al lado de los de su amiga Casta Moreno, viuda de Samaniego.

Tenía usted razón y le juzgaba con más acierto que yo... Yo me dejé enredar por sus palabras halagüeñas, por su ternura superficial y por sus vanas y vagas protestas... Me había gustado... ¿Cómo lo encuentra usted? Muy agradable. Su persona, sus gustos, su ingenio, su posición... su fortuna, hermosa sin ser colosal, sus relaciones, todo él me agradaba... y tuve la debilidad de escribirle...

Se ha marchado, y todo mi horizonte se ha ensombrecido de repente... El cielo me parece obscuro, las nubes tristes, las calles enlutadas, la gente fea y me pesa la vida diaria... ¿Es esto el amor?... ¿Amaré verdaderamente a un hombre a quien apenas conozco y en el que pienso sin cesar?... La abuela asegura que le he gustado y apoya su opinión en las confidencias que le ha hecho el padre Tomás.

¿Para qué quiere usted adelantar en mi corazón si está vacío? ¿Cree usted que haría una gran cosa conquistándome? ¡Si no valgo nada! No ría usted: no valgo nada. Aquí en esta soledad, puedo examinarme detenidamente y lo reconozco: nada. ¿El físico?... : confieso que no soy fea, y aunque lo negase con ridícula modestia, ahí está mi historia, para probar que he gustado mucho.

Sólo Elías Orejón, que gozaba sin sueldo de las preeminencias de intendente, lo sabía. Don Baltasar fundaba su esperanza en Salomé, cuyo peinado de canastillo había seguramente gustado mucho al joven Duque de X..., que buscaba esposa en la tertulia de la citada Duquesa de Chinchón. Salomé era entonces una Sílfide.

De cada mil personas que citan, por ejemplo, a Homero como al primer poeta épico, diez a lo más, en los países cultos, le han leído, y de estas diez, nueve se han aburrido o dormido leyéndole: una sola ha gustado acaso de aquellas bellezas y excelencias.

Habló, pues, del balandro durante una buena parte de la comida, después de ponerle, y de ponerse él mismo, a las órdenes de Nieves para dirigirle; de la hermosura y comodidad de la bahía para voltejear en ella, con una brisa bien entablada, las personas que se contentaran con poco; de la intensidad de este mismo placer recibido en alta mar; del inglés, su amigo, con quien tantas veces le había gustado; de su destreza, de su valor, de su carácter... hasta habló algo de Cornias, porque fue de necesidad que hablara de él.

Peor todavía dijo Bryce . Imaginaos que yo me había comprometido a comprarle el caballo por ciento veinte libras esterlinas, un precio loco, pero siempre me había gustado ese caballo. ¡Y no va y lo ensarta! ¡Precipitarse por encima de una cerca en que había postes de hierro, en la cima de su talud que tenía un foso delante! Hacía mucho tiempo que el caballo estaba muerto cuando se lo descubrió.

Sale el CUERPO amortajado, con un rostro de mascara, descolorido, como de muerto, y va saliendo poco á poco, y en saliendo, dexase caer en el teatro sin mover pie ni mano hasta su tiempo. Qué es esto? no respondes? no revives? Otra vez has gustado de la muerte?

Me han gustado siempre mucho los versos... Leo pocos, ¿sabe usted?... Como uno tiene tantas cosas que hacer... ¿Y cuál es el poeta que usted prefiere? ¿Yo? Zorrilla. Perdone usted, señor Sanjurjo; confieso que escribe muy bonitos versos. Algunos he leído, y aun de memoria, que me encantan... Aquello de

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