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Actualizado: 4 de julio de 2025
Tiene las prendas con que se cubre, destrozadas y llenas de remiendos, la gorra reluciente de mugre, las manos guarnecidas por escamas de roña, los ojos legañosos y el bigote quemado de apurar colillas; todo él es seboso y hediondo. Sus compañeros le llaman Pachín el Guarro.
Pachín el Guarro casi parece junto a ella un señorito. Al verla acercarse, dice él: ¿Qué traes, paloma? Na: lana sucia, una jícara, tres latas chicas y dos peras pochas. Guárdalas pa madre. ¿Y papel? Como un par de kilos. ¿Y tabaco? Eso sí, toma. Y la Mona sacó de la cesta el fondo de una escupidera de cristal rota, con lo menos diez colillas de puro..
Ya tienes otro siete en los calzones que te remendé ayer. ¿Qué has hecho de la perra gorda? ¿Te has comprado más caramelos en la cantina?... Pero mire usted, don Isidro, ¡qué sucio y qué hermoso! ¡Guarro!... ¡Cochinote!... ¡Ham!... ¡ham! Deja que te muerda esos hocicos de cerdo de leche.
El Guarro sacó de la chaqueta con aire de triunfo, media cucharilla de plata. ¿Qué valdrá eso? Seis u siete ríales. Pues al café. Recogieron el fruto de su trabajo, dividiéronse en los sacos el peso, y atravesando barrios enteros, después de matar el gusano en una taberna, fueron a salir por rondas y afueras más allá del Cristo de las Injurias.
Había también un descomunal montón de recortes de paño, alfombras viejas, orillos de lana y pieles de conejos. Aquella era la cama de matrimonio y en ella se tumbó el Guarro, echando las piernas a lo alto como quien se regodea con el descanso bien ganado. La Mona se le quedó mirando embelesada, llenos los ojos de pasión como una bestia enamorada.
¡Son habanas; éstas se lavan y pa mí: u sin lavarlas! dijo sonriendo Pachín. Entonces pa tí, pa mezclar. ¿Y tú, que has pescao? Mira. El Guarro vació entonces todo el contenido del talego, y sobre las losas de la acera quedaron desparramados cien objetos imposibles de definir.
Entre las barracas corría un arroyo de aguas sucias que se desbordaban al chocar con un perro muerto e hinchado, y en distintos sitios se veían grandes montones de trapo, ferretería de desecho, rejas desbaratadas, llantas de carros, pilas de ventanas sin vidrios y huesos de animales. La más asquerosa de aquellas viviendas era la del Guarro y la Mona. Para entrar tuvieron que agacharse.
Palabra del Dia
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