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Actualizado: 28 de mayo de 2025


La condesa se fué acercando al sitio donde estaba la cuadrilla. Al verla todos suspendieron el trabajo: apoyados en la guadaña quedáronse contemplándola mientras Pedro corrió hacia ella con el sombrero en la mano. ¿No tiene usted miedo al calor, señora condesa? No; viniendo preservada del sol no es tan grande. Ponte el sombrero. Al parecer, pronto segaréis el prado.

Antonio Henriquez Gomez escribió algunas obras en prosa i verso; pero la mas celebrada de ellas es El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña: libro escrito con suma gracia i ligereza, aunque en lenguaje mui atildado.

Así se van ya todos acabando, Que es lastima de ver ruina tamaña; Los galanes y damas suspirando, En ver la muerte andar con su guadaña, Los niños descaecidos sollozando, Tragedia representan muy estraña; Y las madres maldicen su ventura, Por verles padecer tal desventura.

En la alcoba cercana está una enferma, con el sopor de la gravedad: fuera de la casa, á lo lejos, se oye afilar una guadaña, rayando el cristal negro de la noche con su chirrido. Alguien debe haber entrado en el jardín. Se asoman y no ven á nadie.

Miró al corredor y cerciorándose de que la vieja se había ya retirado, exclamó con voz sorda: ¡Ande allá, abuela, que tiene usted la cara más fea que la papeleta de la contribución! Y se encaminó á la casa en busca de la guadaña acompañado de la risa y algazara de los espectadores.

Los padres agustinianos sacaban, hasta poco después de 1824, la célebre procesión de Jueves Santo, que concluía, pasada la medianoche con no poco barullo, alharaca de viejas y escapatoria de muchachas. Más de veinte eran las andas que componían la procesión, y en la primera de ellas iba una perfecta imagen de la Muerte con su guadaña y demás menesteres, obra soberbia del artista Baltasar Gavilán.

Nuestro peregrino advirtió con pena que estaba hecho una sopa, y temió que la muerte, que anhelaba y repugnaba al mismo tiempo, pudiera sobrevenir por la humedad esgrimiendo, en lugar de guadaña, reumas y pulmonías. A la luz de los relámpagos descubrió que había llegado a una extensa nava, entre las cumbres de dos cercanos cerros.

Dejó la guadaña y la macona en el prado y emprendió una carrera veloz hacia Canzana. Todavía se hallaba mucha gente delante de casa del tío Goro. Entre los hombres divisó á Nolo. Se acercó á él y le dijo algunas rápidas palabras al oído. El mozo se puso horriblemente pálido. Y sin responderle se fué recto al tío Goro y le habló también al oído. El desgraciado padre empalideció también igualmente.

La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve, o se trueca o cambia, porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que si una vez le echáis al cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle.

La abundancia y la alegría reinaban en aquellas tres casas. Se trabajaba tan firme como en los primeros tiempos; pero al soltar la azada ó la guadaña, los hombres encontraban sobre el lar la comida sazonada y humeante, el jamón añejo, el queso fresco, la sidra espumosa.

Palabra del Dia

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