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Es rarísima la casa de gitano que no tiene un piso subterráneo que se registra desde la calle. Las habitaciones que están al nivel de la calle sirven para dormitorios y demás usos; las profundas ó cavadas en la tierra contienen los obradores, talleres y fraguas. Evidentemente hay en los Gitanos una tendencia á la vida subterránea, que no se concilia en apariencia con las costumbres nómades.

La tía María estaba a su lado, llorando a lágrima viva. No parece dijo Marisalada sino que me voy a la China, y que ya no nos hemos de ver más en la vida. Cuando les digo a ustedes que he de volver. ¡Vaya, que esto parece un duelo de gitanos! ¡Si se han empeñado ustedes en aguarme el gusto de ir a la ciudad!

Pero el gitano contestaba a la proposición con exagerados ademanes de miedo. La gente de su raza no gustaba de guerras. ¡Coger él un fusil! ¿Acaso habían visto muchos gitanos que fuesen soldados?... Pero robar que robarás le decían otros. Cuando toque el momento del reparto ¡cómo te vas a poner el cuerpo, gachó!

Como mis dos compañeros de viaje y yo teníamos que hablar siempre en francés, los gitanos, al considerarnos extranjeros, creyeron por un momento que podrían hacer negocio, Eah, dijo uno de ellos al compatriota mas cercano, ofréceles la jaca á esos chorlos, y si la quieren apriétales el molde.

Aparece después una banda de gitanos, entre los cuales viene Pedro, la cual, merced á su astucia, obtiene pronto gran consideración.

Las mujeres robaban a la madre al venderla los comestibles, y además la apodaban «la Bruja». Todos hacían la cruz a estos gitanos que se atrevían a vivir en una celda del monasterio, cerca de los muertos, en continuo trato con el fraile fantasma que se paseaba por el claustro.

La calle, la plaza, el inmediato callejón de los gitanos, todo estaba en silencio, cubierto de nieve, sin la negra silueta de una persona. Siguió gritando, con la angustia del miedo, y por fin, de la primera casucha vio surgir una cara bronceada llena de arrugas, con ojos de curiosidad. ¡Salguerillo... Salguero! ¡Por tus muertos te lo pido! Avisa a la Teodora... que venga. Mi mujer se muere.

El mejor día te mato y me llevo a Mariquita de la Luz, y la pongo en un trono en Jerez en medio de la plaza Nueva, y al pie toos los gitanos de Andalucía para que toquen y bailen, y se arranquen cantando a la reina de la hermosura y de la gracia, todo lo que merece... Eso lo hago yo: Luis Dupont, aunque mi primo me excomulgue.

CIPIÓN. De buena gana te escucho, por obligarte a que me escuches cuando te cuente, si el cielo fuere servido, los sucesos de mi vida. BERGANZA. Al cabo de veinte días los #gitanos# me quisieron llevar a Murcia.

Diógenes, que, a mitad del camino pareció hacer de repente al tío Frasquito gracia de la vida, arremetió briosamente contra la hueste femenina, diciendo que era maldición de gitanos: «¡en lengua de hembras te veas!»; que quien dijo mujer, dijo demonio, y que de tan mala ralea era la casta, que todos, todos los bichos, hasta las chinches, ¡polaina!, eran mujeres...