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A lo menos esa es mi firme idea. Entonces, si es así, hay que informar a la policía exclamé. La bolsita de gamuza que él me mostró la noche de nuestro primer encuentro, se ha perdido, y aun cuando todos la hemos buscado con el mayor empeño y cuidado, ha sido inútil. Sin embargo, ¿qué beneficio podrá reportar a la persona que la posea, si le falta la clave de lo que en ella se encierra?

¿Entonces, sospecha usted que haya sido cómplice en el robo del secreto? le indiqué. Como la pequeña bolsita de gamuza ha desaparecido, me inclino a pensar que debe haber pasado a sus manos. ¿Y la niña? Dolly, su hija, lo ayudará en todo, eso es seguro. Es tan astuta como su padre, y posee una notable habilidad femenina; es una joven peligrosa, por no decir otra cosa.

Lo más probable era que la persona conocida con el sobrenombre de «el ciego», que era el enemigo de Blair, según se adivinaba por la carta, había conseguido apoderarse de la preciosa bolsita de gamuza, que, por derecho, me pertenecía ahora, como también del misterioso secreto que encerraba.

Por mi parte, yo había esperado encontrar dentro de esa bolsa-tesoro de gamuza algo de más valor que esos pedazos de cartón duro, manoseados y bastante gastados, pero nuestra curiosidad se despertó instantáneamente cuando me agaché, alcé una de ellas y descubrí ciertas letras escritas con tinta obscura medio borrada, similares a las que había en la carta que tenía ya en mi poder.

Recuerde que él me mostró esa bolsita de gamuza, la primera noche que nos conocimos le dije. Me declaró entonces que lo que en ella se encerraba le daría fortuna... y ciertamente que ha sido así añadí, paseando la mirada por el magnífico salón. Le dio riquezas, pero no felicidad, señor Greenwood respondió tranquilamente.

No seré yo, en mis días, quien halague su vanidad, gastando los cuatro pesos que importa la jerga franciscana. ¿Querer lujo hasta para pudrir tierra? ¡Hase visto presunción de la laya! ¡Milagro no le vino en antojo que lo enterrasen con guantes de gamuza, botas de campana y gorguera de encaje!

Salamanca, por el contrario, se me presentaba en la Calle de Zamora, vestida de paño y de terciopelo, de hierro y de gamuza, como una especie de ricahembra apercibida á asistir al Consejo ó á la batalla, y más aficionada al templo que al sarao. Muchas casas eran de piedra, y otras estaban pintadas de un modo severo, anticuado, monumental.

Ni miró la muchacha al señor Rosendo, ni le dio los buenos días; atontada con el sueño y herida por el fresco matinal que le mordía la epidermis, fue a dejarse caer en una silleta, y mientras el barquillero encendía estrepitosamente fósforos y los aplicaba a las virutas, la chiquilla se puso a frotar con una piel de gamuza el enorme cañuto de hojalata donde se almacenaban los barquillos.

Usted debe pensar, no hay duda, que todo esto es muy extraño; pero, hablándole con sinceridad, señor Greenwood, le diré que me ocupo activamente en una investigación muy curiosa, cuyo feliz resultado me hará algún día poseedor de una fortuna que ni en mis sueños más extravagantes me forjé jamás. ¡Vea! exclamó de pronto, con una mirada de extraña fiereza en sus grandes ojos obscuros, al desabotonarse rápidamente su saco azul y sacar de debajo de él un pedazo cuadrado y chato de gamuza muy usada y manchada, dentro de la cual parecía que se encerraba algún precioso documento u otro objeto de valor. ¡Mire!

La bolsita de gamuza, dentro de la cual estaba el documento u objeto, ha sido robada, y este hecho ha despertado nuestros recelos. El enjuto y grave empleado movió la cabeza muy dudosamente.