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Actualizado: 28 de junio de 2025
Bajaron estrecha escalera, cuyos últimos peldaños se hundían ya en la obscuridad de las galerías. La guardiana les precedía alumbrando con una lámpara de minero, aplastada y de hediondo tufo; Miranda llevaba otra, y un pilluelo que allí se apareció caído de las nubes, encargose de la última. Era la bóveda tan baja, que Miranda hubo de inclinar la cabeza, por no deshacerse la frente.
Aparte de las mil preciosidades de las naves, del claustro, de las altas galerías, las capillas, etc., su coro, que es de mucho mérito en todos sentidos, contiene un órgano superior de 11,000 tubos, curioso por la particularidad de dos figuras de moros, en bronce, que cantan á duo, el uno en tenor y el otro en bajo, obra de un ingenioso lego de San Francisco de Rio-seco.
Desde la explanada de proa abarcábase en conjunto su enorme fachada blanca, semejante a la de un palacio en construcción, cortada por galerías de un extremo a otro y rematada por un kiosco que era el puente. Sobre las filas de curiosos asomados a los diversos balconajes aparecían otros subidos en bancos y sillas, avanzando las cabezas para ver mejor la fiesta.
Entraban por la boca de las galerías, siendo entonces perfecta su semejanza con los resbaladizos habitantes de las húmedas grietas, y cuando en las oscuridades del túnel relinchaba la indócil mula, creeríase que los saurios disputaban chillando. Allá en lo último, en las más remotas cañadas, centenares de hombres golpeaban con picos la tierra para arrancarle, pedazo a pedazo, su tesoro.
Los pasos suenan en las galerías como en un claustro inmenso, los gritos se confunden y la alta montera de cristales parece palpitar con el zumbido de las hormigas humanas que abajo se agitan día y noche. Allí está el mercado de los artistas; la lonja de la música, el banderín reclutador de voces.
Un asombroso laberinto de escaleras, galerías y salones, en que sería fácil perderse, permite llegar al fin á los departamentos reales ó del Palacio propiamente dicho. Es incalculable el valor de tantas maravillas, cuya sola mencion exigiría muchísimas páginas, sin hacer resaltar por eso lo que hay de admirable en tantas obras de arte.
Despues de mucho discurrir al azar, oliendo donde se guisa, atravesamos una de las galerías del Palacio Real, y en un bazar de porcelana hemos visto un juego de platos, que perteneció á Luis Felipe. Acerca de la autenticidad no hay duda alguna, puesto que los platos son de lo mejor que se hace en la famosa fábrica de Sevres, y tiene en el fondo la corona y nombre de Luis Felipe.
No tardamos en recorrer como camaradas, los teatros y las galerías más célebres del continente, y nuestra conversación, cuando dejamos la mesa, era tan animada, que mi interlocutora para no romper su curso, tomó mi brazo, sin pensarlo.
El caserío de Sariaya es muy limpio, viéndose entre sus ligeras construcciones de palma brava, caña, cabo negro y cogón, no pocas de sólidos y buenos materiales. El convento es muy espacioso, apreciándose desde sus galerías un lindísimo paisaje.
Y por las trazas, debe tener buen diente y un estómago como las galerías del Depósito de aguas... ¡Ay, Dios mío!, ¡qué egoístas son estos curas...! Lo que yo debía hacer era ponerle la cuentecita, y entonces... ¡ah!, entonces sí que no se volvía a descolgar con invitados, porque es Alejandro en puño y no le gusta ser rumboso sino con dinero ajeno».
Palabra del Dia
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