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Y más allá de las incalculables distancias, el espacio, siempre el espacio por todos lados, con nuevos torbellinos de mundos, sin límite ni barrera. Gabriel hablaba en medio de un silencio solemne. Los oyentes cerraban los ojos, como si les atolondrase tanta grandeza y sintieran el mareo de las alturas. Seguían con la imaginación las descripciones de Gabriel.

Por entonces abandonó Gabriel el ambiente tranquilo de la librería religiosa. Su fama de humanista había llegado hasta un editor vecino de la Sorbona que publicaba libros clásicos, y Luna, sin salir de la orilla izquierda del Sena, saltó al Barrio Latino para corregir pruebas en latín y griego.

Es don Luis dijo el Vara de palo . Va a decir su misa en la capilla del Sagrario, y después al coro. Gabriel se levantó del sofá para saludar al sacerdote. Era pequeño y de constitución débil, resaltando en él desde el primer golpe de vista la desproporción entre el cuerpo enfermizo y la cabeza enorme.

Las extorsiones de los corregidores, y la impunidad de que disfrutaban en las Audiencias, produgeron en 1780 una fuerte conmocion entre los indios del Perú, capitaneados por José Gabriel Tupac-Amaru , cacique de Tungasusa en la provincia de Tinta; que, altivo por carácter é irascible por génio, miraba con rencor la degradacion de los indígenas.

¡Jesús! exclamó asombrado fray Gabriel; pero en seguida se volvió a atar sus vencejos, sin añadir palabra. ¡Qué puntería! dijo María riéndose . Don Modesto, tómeme usted para artillero, cuando logre los cañones para su fuerte.

¿Si será un contrabandista? ¡Puede ser que sea un contrabandista! dijo el buen lego. Pero no repuso la anciana , porque para hacer el contrabando es preciso tener géneros o dineros, y él no tiene ni lo uno ni lo otro. Es verdad: ¡no puede ser contrabandista! afirmó fray Gabriel. Hermano Gabriel, ¿a ver qué dicen los títulos de esos libros?, puede ser que por ahí saquemos cuál es su oficio.

La tía María y fray Gabriel, muy convencidos de ello, gritaron a la vez, ella: «¿quiere usted caldo?», y él: «¿quiere usted limonadaStein, que iba saliendo poco a poco del caos de sus ideas, preguntó en español: ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? El señor respondió la anciana es el hermano Gabriel, y yo soy la tía María, para lo que usted quiera mandar.

El maestro de capilla asintió tristemente con un movimiento de cabeza y salió tras los dos servidores del templo, contrariado, como si le arrastrasen a un trabajo penoso y antipático. Tarareaba distraídamente al dar la mano a Gabriel, y éste creyó reconocer un fragmento del Septimino de Beethoven en la música que, sorda y cortada, salía de entre los labios del joven sacerdote.

4 El Fénix de España, San Francisco de Borja, de un ingenio de esta corte. 5 El cielo por los cabellos, Santa Inés, de tres ingenios. 6 El emperador fingido, de Gabriel Bocángel y Unzueta. 7 La dicha es la diligencia, de D. Tomás Ossorio. 8 Fiesta de zarzuela llamada Cuál es lo más en amor, ¿el desprecio ó el favor? de Salvador de la Cueva.

Esteban contrajo el rostro con una expresión sombría oyendo a su hermano. Es inútil que te esfuerces, Gabriel. Nada conseguirás. ¿Te he negado algo? ¿No estoy dispuesto a todo por mi hermano?