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Actualizado: 10 de junio de 2025
Á esta sazón llegó nueva de la muerte del Rey de Francia, y el Duque de Sessa retuvo los españoles, receloso de trastornos. Caminaron al fin los soldados á Génova; mas al llegar se encontraron con que el embajador Figueroa había despedido las naves que estaban fletadas y proveídas, en la creencia de no ser ya necesarias. Encontrar otras costó quince días y alojar á los soldados en tierra.
Decidme, amigos replicó el alcalde : ¿cautivastes juntos? ¿Llevaron os a Argel del primer boleo, o a otra parte de Berbería? No cautivamos juntos respondió el otro cautivo , porque yo cautivé junto a Alicante, en un navío de lanas que pasaba a Génova; mi compañero en los Percheles de Málaga, adonde era pescador.
Había vuelto en unos segundos los años de su adolescencia, cuando se aporreaba con los compañeros de pobreza en alguna trattoria del puerto de Génova. A fuerza de tirones y algún que otro puñetazo, varios hombres de buena voluntad consiguieron separar á sus dos jefes.
Pero en ese documento hay algo también que se presta al misterio. Se naturaliza español a Colón el menor por haber nacido fuera de España y ser extranjero, pero no se dice una palabra de su nacionalidad primitiva, del lugar de su cuna; no se menciona a Génova para nada... ¿Qué había de raro en el origen de estos Colones, todo lo referente a sus personas tendiese siempre a la confusión?...
Los vapores y los grandes veleros apenas si se marcaban como una pequeña sombra en el horizonte, navegando rectamente de Marsella á Génova, sin contornear el extenso golfo de la Costa Azul. Pero ahora el peligro submarino había obligado á la navegación comercial á deslizarse al amparo de las costas.
Partió, pues, de Sevilla; mas como quiera que el arzobispo determinó detenerse en Madrid algunos meses, Guerrero, con la anuencia del prelado, salió para Italia, llegando á Génova, y luego en Venecia se dispuso dar á las prensas muchas de sus composiciones; y encargando del cuidado de esta impresión á Zarlino, se embarcó en un navío, que recorrió las costas italianas, y pasando por Dalmacia, Esclavonia, Albania y Zanthe, al fin desembarcó en Jaffa.
Ocupado en cumplir los encargos de unas señoras sudamericanas, no había podido saludar al joven cuando salió del hotel. Dudaba entre hacer el viaje en un vapor inglés hasta Marsella ó ir por ferrocarril á Génova, donde encontraría buques directos para Barcelona.
Según mis ideas, con este pergenio, y seguido de otros aventureros del mismo empaque, aquel hombre, que todos pintaban como extraordinario, conquistaba la Europa, es decir, una gran isla, dentro de la cual estaban otras islas, que eran las naciones, a saber: Inglaterra, Génova, Londres, Francia, Malta, la tierra del Moro, América, Gibraltar, Mahón, Rusia, Tolón, etc.
Era la mariscala de Luxemburgo amiga de Rousseau: por casualidad supo aquélla que la mujer con quien éste vivía estaba en cinta; sin duda, creyendo que Rousseau quería mandar este nuevo hijo a la Inclusa, como había hecho con otros, dirigiose a M. Trouchin, de Génova, amigo de Rousseau, y le encargó que tan pronto la criatura viniera al mundo, hiciera los posibles por mandársela, para ella encargarse de su cuidado.
Don Juan Príncipe se dirigía a través de los arrabales del pueblo hacia el hotel, mientras el tren de la tarde lanzaba en un silbido su habitual e indignada protesta al tener que pararse en Génova.
Palabra del Dia
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