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Actualizado: 22 de junio de 2025
Vense no más que agudos picos, campanarios excéntricos, espantosas y negras mamilas, dientes atroces de tres puntas, y toda esa masa de lava, de basalto, de fundiciones de fuego, está coronada de lúgubre nieve.
Pues aquella tarde era de las mejores: había cuela de mineral. Y salió de la oficina seguido por el doctor. Abajo, en la inmensa llanura de las fundiciones, surcada por vías férreas y cubierta de polvo de carbón, el médico detuvo á su guía, como si le interesase más hablar con él, que contemplar la riqueza industrial de su primo.
En casi todas las grandes ciudades se fabrican muebles, sombreros, ropa de calidad ordinaria y artículos de uso doméstico; y existen fundiciones para trabajos sencillos de metal; mas, por lo general, todavía se importan maquinarias complicadas, conservas alimenticias y los llamados artículos de lujo, siendo el mercado de éstos muy amplio y seguro.
Por todas partes se veía llegar á los religiosos, cuyos blancos hábitos se destacaban vivamente sobre el césped que cubría las avenidas de nudosos robles. Procedían unos de los viñedos y lagares pertenecientes á la comunidad, otros de la vaquería, de las margueras y salinas, y algunos llegaban, apresurando el paso, de las lejanas fundiciones de Solent y la granja de San Bernardo.
Pero ahora, Pepe, por mucho que ayune un obrero tuyo, amasando céntimo sobre céntimo, ¿llegará á ser accionista de tus fundiciones? ¿podrá adquirir un pedazo de las minas, con todo el material necesario para la explotación? Eso está bien arguyó Urquiola con acento triunfante. Este doctor dice á veces cosas muy oportunas.
Folgueras, que decía estar provisto de todo lo necesario, no tenía nada, y fué preciso encargar a Madrid fundiciones y piezas que faltaban a la prensa, construir galerines, comprar mesas, etc., etc. Al fin todo quedó arreglado. Don Rosendo trabajaba, como un negro, ocupándose hasta en los más ínfimos pormenores. Su talento organizador se reveló en esta ocasión mejor que nunca.
Desde aquella altura abarcaba la vista toda la tierra de las Encartaciones y además el abra de Bilbao, la ría, Portugalete. Los pueblos aglomerados en las orillas del Nervión, parecían formar una sola urbe. En último término, entre montañas, se adivinaba la villa heroica é industriosa: el humo de las fundiciones y fábricas se confundía con el cielo plomizo.
Al atrevimiento de los muchachos había que añadir la cólera estrepitosa de las mujeres, que hablaban de arrojarse en fila sobre los rieles de los planos inclinados y de los ferrocarriles, impidiendo toda circulación de mineral para que se generalizase la huelga hasta la ría, y se cerrasen las fundiciones, y el puerto se llenara de buques inactivos esperando una carga que no llegaría nunca.
Quedarían en pie los palacios del ensanche, la ría prodigiosa con su puerto, que parece esperar las escuadras de todo el mundo: pero los palacios estarían desiertos, el abra, con sus contados barcos, tendría la triste grandeza de una jaula inmensa sin pájaros, y las fundiciones, los altos hornos, los cargaderos, serían ruinas, con sus chimeneas rotas, como esas columnas solitarias que hacen aún más trágica la soledad de las metrópolis muertas.
Palabra del Dia
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