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Actualizado: 22 de octubre de 2025


¡Aunque fueses de plomo! ¿De veras? Ya que no te falta voluntad; pero esta última vez has venido muy flojo del seminario. Ven a probarlo. No tengo gana. ¿Lo ve usted, D. Andrés? Me tiene miedo. Adiós, Josefina, hasta la tarde. ¡Cuidado que faltes! ¡Ya! Porque sin no hay romería. ¡Mucho que ! Adiós, resalada.

¿De modo que me dejas plantada, así, sin más ni más, olvidando todo lo que he hecho por ti, desde el momento que te recogí como si fueses mi hija? Esté usted segura, señora, de que no olvido un momento ninguna de las singulares bondades que a usted debo desde el momento que tuvo a bien tomarme a su servicio.

¡Fue el señor quien me dijo que me divirtiese! ¡Tunante! exclamó el notario, ¿fui yo quien te aconsejó que te fueses a emborrachar fuera de las fortificaciones, con aguardiente y vino tinto? Cada uno se divierte como puede... He estado con mis camaradas.

Me envió un telegrama desde Niza preguntando por tu salud a los tres días de la desgracia. Indudablemente se enteró por los periódicos. Han hablado de ti en todas partes, como si fueses un rey. El apoderado había contestado al telegrama, no sabiendo después nada de ella.

Más te querría si fueses ladrón; me parecerías más interesante... ¡Ay!, ¡me siento tan triste!... ¡tan triste! Estaban ahora en el Salón del Prado, alejados del movimiento de la gran calle, caminando entre macizos de verdura, por una avenida solitaria en cuyo suelo trazaban los focos de luz grandes redondeles blancos.

Si tu padre no fuese mi padrino, y si , no fueses , hace días que habría matao a tu hermana, a María de la . Te lo juro por esta, por mi mejor compañera, por la única herencia de mi padre. Y abriendo con gran estrépito de muelles una navaja de cachas viejas, besaba ferozmente la tersa hoja, con dibujos coloreados por el óxido rojizo.

Pero ¿es verdad?... ¿Si es verdad mi amor? dije en voz baja, con apasionado acento. ¡Te amo más que a mi vida, más que a la verdad misma, más que a mi honor! No pareció dar a mis palabras otro valor que el de una de tantas exageraciones del lenguaje de los enamorados. ¡Oh, si no fueses Rey! ¡Entonces podría demostrarte cuánto te amo! ¿Por qué te quiero tanto ahora, Rodolfo? ¿Ahora?

¿Por qué te quiero?... Pues por lo que yo hago casi todas mis cosas ... por capricho. Un día te he visto en el Retiro revolviendo un caballo admirablemente y me gustaste. Luego, a los dos meses, en Biarritz, te vi en el asalto del casino tirando con un oficial ruso y concluí de encapricharme. Hice que me fueses presentado, procuré agradarte, te agradé en efecto.... Y aquí estamos.

Don Melchor dejó el brazo de su sobrino que tenía cogido, y se llevó la mano a la frente. Estuvo un rato largo sin hablar. Al cabo dijo con palabra lenta y acento melancólico: Bien está... Yo nada puedo hacer para evitar esa vergüenza... ¡porque es una vergüenza! añadió con energía. Eres mayor de edad, y aunque no lo fueses, en estos asuntos no intenvendría jamás. ¿Se enfada usted?

Si no fueses el emblema de la belleza serías el de la salud y de la fuerza. Dice Gustavo Núñez que si me dieses una bofetada me harías polvo... y voy creyendo que tiene razón. ¿Pues cuándo me ha visto tu amigo Gustavo Núñez? Días pasados cuando íbamos de compras con Elena. Debe de ser muy burlón ese amigo. Es el hombre más gracioso que conozco.

Palabra del Dia

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