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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Sin aliento yacía en tierra la víctima, recogiendo sus faldas y sacudiéndoles la tierra, tentándose en partes diversas para ver si tenía sangre, fractura o contusión grave, mientras la Sanguijuelera, respirando como un fuelle en plena actividad, arrojaba los vencedores pedazos de caña y alargaba su mano generosa a la víctima para ayudarla a levantarse.
El domingo por la mañana perdió la llave de su saco de viaje y se dirigió a un pequeño establecimiento de cerrajería de la carretera de Essonne donde soplaba el fuelle a pesar de la ley del descanso dominical. La muestra ostentaba este letrero: Mantoux Poca Suerte, cerrajero. El dueño era un hombre pequeño, de treinta a treinta y cinco años, moreno, bien formado, vivo y despejado.
Y la hija aprovechó la ocasión para dejar oír una voz de monjita tímida, que contrastaba con sus ardientes ojos orientales: Sí; papá vive mejor aquí. Aquí estás más tranquilo añadió el capitán y haces menos pecados. Febrer pensaba en el tormento de pasar su existencia al lado de aquel fuelle roto. Por fortuna, moriría pronto.
Mi esperanza es traidora, y como me engaña siempre, ya no quiero esperar cosas buenas, y las espero malas para que vengan... siquiera regulares. Pues yo que la señora dijo Benina dándole al fuelle , tendría confianza en Dios, y estaría contenta... Ya ve que yo lo estoy... ¿no me ve?
Salió Fernando; tomó el fuelle. Miró por el agujero. Ichtaber estaba besando la mano de la chica; entonces le apuntó a ella con el fuelle y metió por el agujero del tabique una corriente de aire de mal olor. Cuando Fernando miró después, Ichtaber el Chato estaba con la mano en sus diminutas narices y la muchacha lo mismo.
El poeta lloró otra vez, besando á su ahijado. Ya no vería más á este coloso que parecía repeler sus débiles abrazos con el fuelle de su respiración. Ulises, ¡hijo mío!... piensa siempre en Valencia... Haz por ella todo lo que puedas... Ya lo sabes. ¡Siempre Valencia!
Los balcones tan tristes como siempre. ¡Ah!... sale al mirador Barbarita para hablar con la rata eclesiástica... 'Adiós, adiós... vengo de dar mi paseíto... Estoy muy bien, hoy no me he cansado nada.... ¡Qué mentira tan grande he dicho! Me canso como nunca. Ahora, escalera de mi casa, sé benévola conmigo. Subamos... ¡Ay, qué corazón, maldito fuelle! Despacito, tiempo hay de llegar arriba.
Luego, de allá, del fondo de la memoria, surgía la figura de un semigaucho, que con reminiscencias de vidalitas, ofrecía su mazamorra batida, y tras él un negro pastelero, que silbaba y muy echado para atrás, muy ventrudo, llevando en la cabeza un gran cajón de factura, soplaba como un fuelle: "ta tapao; meté la mano".
Abogaba por el verro como si fuese ya pariente suyo. ¡El pobre vivía tan mal!... Solo en la fragua, sin otra compañía que una parienta vieja, siempre vestida de negro por remotos lutos, lagrimeante un ojo, cerrado otro, y tirando del fuelle mientras su sobrino batía el hierro rojo. La vecindad del fogón secaba cada vez más su huesosa flacura.
Palabra del Dia
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