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Actualizado: 10 de mayo de 2025


En cuanto a sus flancos, son huesudos, redondeados, y retiemblan bajo los golpes reiterados de su larga cola, que, al herirlos, zumba como un látigo. Cuando entró, hubo una formidable explosión de admiración, y los gritos de ¡bravo, toro! resonaron por todas partes.

El coronel recordó á la difunta princesa en sus días de humor tormentoso, cuando, después de una explosión de cólera, se retorcía, pidiendo que la perdonasen, entre llantos histéricos. Al tirar suavemente de esta mano, se sintió seguido por el príncipe, inerme y sin voluntad. Martínez aguardaba á pocos pasos. Dense las manos. Todo ha terminado. Los caballeros son siempre... caballeros.

Es absolutamente imposible describir la explosión general de gritos y de aplausos que retumbaron en todo el ámbito de la plaza. Sólo pueden comprenderlo los que acostumbraban presenciar semejantes lances. Al mismo tiempo sonó la música militar.

Cuénteme usted, Casildita, cómo ha pasado esto. En fin, no hay más que conformarse. Gregoria y Casilda en un rincón, rodeadas de media docena de inmóviles fantasmas, contestaban a cada saludo con una nueva explosión de sollozos, y a esto se seguía un tan furioso sonar de narices del concurso, que no parecía sino que estaban todas acatarradas.

Ya no era la grande más que un punto rojo: ya se perdía abajo en la llanura entre las verdes masas de los primeros huertos... ya había desaparecido. Y al quedar solo, completamente solo, Rafael sufrió una gran explosión de ira. Le parecía odioso aquel lugar donde tan tímido y tan torpe se había mostrado.

¡Y pensar que ha habido exaltados que mataron á jefes de gobierno buenos ó insignificantes!... ¡Y ni uno solo se le ocurrió suprimir al kaiser! Que no me hablen de los anarquistas... No creo en ellos. Esta explosión de ira se desvaneció inmediatamente. Otra vez su dolor desesperado la hizo gemir.

Hizo una pregunta en voz baja al croupier, y se repitió la explosión de regocijo. Las mujeres se mostraban las más expansivas al pensar que su burla, pasando por encima de Spadoni, podía herir á la que lo había puesto allí. El gesto de extrañeza del músico ante esta hilaridad sólo sirvió para prolongarla escandalosamente. Todos reían por contagio viendo su cómico asombro.

Aquella explosión de trueno le hizo recordar los combates del diabólico héroe, del religioso caballero de la Cruz, burlón con Dios y con el diablo, que hizo siempre su soberana voluntad y tan pronto peleó al lado de los suyos como vivió entre los enemigos de la Fe, según sus caprichos y aficiones. No; de éste no renegaba Febrer.

Lo mismo éste que doña Mónica esperaban una terrible explosión de cólera. Nada de eso acaeció. Freire, con la mayor alegría pintada en el rostro, miró unos instantes al indiano en silencio y luego echándose hacia atrás en la silla exclamó: ¿Qué le ha hecho usted, amigo Barragán, qué le ha hecho usted a doña Mónica para que así le quiera?

El silencio con que acogían su victoria molestábales más aún que los gritos irónicos de algunos forasteros, que parodiaban la fanfarronería de los bilbaínos, ofreciendo un duro por un real, en favor del guipuzcoano. Terminó la lucha sin la explosión de entusiasmo que esperaba Aresti.

Palabra del Dia

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