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Al contrario, los adelantamientos morales y políticos, la multitud de invenciones que hacen hoy más cómoda y más agradable la vida y el inmenso cúmulo de estudios, ya experimentales y de observación, ya teóricos y especulativos, que se custodian en los libros y que la imprenta divulga, hacen hoy más fácil que un hombre cualquiera descuelle, aunque diste muchísimo de ser super-hombre y aunque tenga menos valer moral e intelectual que los hombres de antaño.

De aquí la verdadera magia blanca, que, según queda dicho, se llama rajah-yoga, aunque alguien la designa también con el nombre de lokothra o ciencia y poder nacidos de nuestro interior desenvolvimiento, en oposición a laukika, magia blanca también, pero vulgar y rastrera, que se funda en conocimientos experimentales y exteriores y en el empleo de drogas, hierbas y otros ingredientes.

Unidas todas ellas entre , enriquecen al entendimiento de principios seguros y constantes para seguir la verdad y evitar el engaño. Lo que conviene es saber aplicar las proposiciones de qualquiera asunto á las máxîmas ciertas, ya experimentales, ya de luz natural; porque el entendimiento en viendo claramente la conformidad y conveniencia de unas con otras, queda convencido de todas ellas.

Mil veces lo tengo dicho y nunca dejo de pensarlo: los más ladinos y sutiles sabios experimentales no descubrirán jamás el secreto de la vida; siempre escapará a sus análisis químicos la fuerza misteriosa que une, traba y combina los átomos y crea los individuos; el amor, la conciencia, el pensamiento, la causa de moverse, de crecer orgánicamente, de sentir y de representarse en uno a los demás seres, no quedará jamás en el fondo de las retortas ni saldrá por la piquera de los alambiques. ¿Qué red delicadísima inventará el sabio para pescar ondinas, cazar silfos o sacar a los infatigables gnomos de las entrañas de la tierra?

Pues bien, el alcázar, que así nos figuramos tiene vastísimos subterráneos, o sótanos por donde los sabios experimentales van andando y escrudiñándolo todo. Allí están las caballerizas, las pocilgas y los tinados, no pocos almacenes para trastos viejos, habitaciones capaces para la servidumbre, cocinas, fregaderos, bodegas, despensas y otras oficinas por el estilo.

Pero todo esto lo consigue el arte por medio de sus procedimientos, radicalmente contrarios a los de la ciencia, con la cual nunca puede confundirse sino en un término supremo, que no ha de buscarse ciertamente en los métodos experimentales, sino en la cima de la especulación ontológica, en aquella cumbre sagrada donde la verdad y la belleza son una misma cosa, aunque racionalmente todavía se distingan.

Las mujeres van a comprarse dijes, afeites y mudas, a vestirse con Worth y a aprender a saludar, a andar y moverse con suprema distinción y según el último estilo; los seres humanos de ambos sexos, que presumen de discreción, van allí a adquirir desenfado y soltura fina y a ejercitarse en lo que llaman la causerie, o dígase en cierto linaje de amenísima y sutilísima charla, que, según afirman los franceses, y casi todos los que no son franceses creen, sólo en Francia y en francés es posible; y los jóvenes, por último, que sienten arder en su cabeza, ora el volcán de la inspiración poética o artística, ora el fuego sagrado y creador de las especulaciones filosóficas o de las ciencias experimentales, van a París a iniciarse en ellas, a inspirarse, a saturarse bien de civilización, ya frecuentando la Sorbona, ya asistiendo a los teatros, ya paseándose por los boulevards, ya conversando con las heteras, como Sócrates, Alcibíades y Pericles conversaban con Aspasia.

Se nos antoja que gracias a Dios, tales estudios experimentales no han de ser muy necesarios para que nadie adelante en su oficio; pero si lo fuesen, si a tanta costa hubiera de ganarse la maestría, valdría más quedarse de simple oficial o de aprendiz que llegar a maestro.

Preséntase después el autor á los lectores, y aunque por incidencia y de un modo incompleto también, he verificado la presentación, y para completarla diré que su colaboración, buscada con empeño y empleada con utilidad en centros oficiales y por conspícuos personajes políticos que en las cuestiones referentes á nuestras provincias y colonias ultramarinas han entendido y entienden la fácil y frecuente acogida que á artículos suyos sobre estos asuntos y otros concede un importantísimo diario madrileño, y su último libro titulado Colonización de Filipinas, de que está agotada la edición, pruebas evidentes y experimentales son de la competencia del autor de este libro en las materias que en él estudia y expone.