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Actualizado: 8 de junio de 2025


Al fin se echó la escopeta al hombro, y con la vista en alto, como si persiguiese a un pájaro que saltaba de rama en rama, emprendió la marcha por entre los árboles y la maleza, evitando pasar otra vez ante la fragua. Anduvo ahora cuesta abajo, hacia el valle, huyendo de aquella montaña a la que le había arrastrado un impulso homicida, avergonzado de sus anteriores deseos.

A las tres de la tarde salió del Hotel de París. Acababa de almorzar, solo, sin fijarse en las miradas que le dirigían de las otras mesas, evitando esos saludos amables que inician una conversación. Llevaba en la boca un grueso cigarro, y sus piernas, aunque firmes, estaban agitadas interiormente por un cosquilleo voluptuoso.

Las bases que en su ánimo adoptó, fueron las siguientes: primera, huir evitando toda escena triste y enojosa, ya que, dado el carácter de Cristeta, no había temor a gritos, pelotera ni escándalo. Harto sabía él que Cristeta era de las que lloran y no alborotan, sufren y no insultan. Esta misma humildad le hacía más desagradable el abandono.

Recordó la estrecha amistad que había unido a los dos adversarios, su viaje «arrostrando los peligros del mar». Un momento de olvido o de error había provocado un incidente lamentable; pero los buenos caballeros, cuando llegan adonde ellos habían llegado, sin miedo y sin reproche, podían darse todavía una explicación leal, evitando el lance.

En ellos se refugiaba, evitando la plena luz, el desconocido ceremonioso que comenzaba a introducirse en la reunión, sin que nadie supiese quién le traía; el hidalguejo tagarote, amigo de un amigo de don Íñigo y venido al olor del agasajo, el alférez del Alcázar, el capellán de monjas, el escribano de número...

Huyó de allí, volviendo al paseo, donde se encontró con Fernando, que caminaba solo. Isidro vio reflejarse en sus ojos una alegría interior. Marchan bien los negocios, según parece. La conferencia de esta mañana ha dado buen resultado... Caminemos un poco... cuénteme usted. Pero Ojeda, para desviar la conversación, evitando la solicitada confidencia, aminoró el paso y dio con el codo a su amigo.

Una idea única ocupaba su pensamiento. ¡Y aquel hombre que él creía bueno, aquel sentimental que se enternecía cantando, había dado fríamente, entre dos arpegios, su orden de muerte!... El conde hizo un gesto de impaciencia. Podía retirarse, y le aconsejaba que en adelante fuese discreto, evitando el inmiscuirse en los asuntos del servicio.

Tu misión hasta hoy ha sido aprender la que habías de huir mañana: desde ahora vivirás entre el mal, evitando que logre corromperte. La tarea de tu vida es consolar al que sufre, alentar al que espera, perdonar al que yerra, labrar en tu corazón puerto donde busquen amparo los náufragos del mundo. No hay en la tierra misión más noble, que la nuestra.

Margarita extremaba sus palabras de cariño, mirándole con ojos húmedos. Sus manos acariciadoras parecían de madre más que de amante; su ternura iba acompañada de un desinterés y un pudor extraordinarios. Se quedaba obstinadamente en el estudio, evitando el pasar á las otras habitaciones. Aquí estamos bien... No quiero: es inútil.

1143 Y después de estas palabras que ya la intención revelan, procurando los presentes que no se armara pendencia, se pusieron de por medio y la cosa quedó quieta. Martín Fierro y los muchachos, evitando la contienda, montaron y paso a paso, como el que miedo no lleva, a la costa de un arroyo llegaron a echar pie a tierra.

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