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Actualizado: 1 de junio de 2025
Escuchando estuvo atentamente Cervantes a la tía Zarandaja, y cuando hubo ésta acabado, la dijo: ¿Y nada os preguntó ese hombre acerca de mí, que cuando junto a mí pasó, pareciome que me miraba con recelo? Sí que me preguntó, y con encarecimiento, contestó la tía Zarandaja; pero yo, que pude decirle mucho, nada le dije, porque me importa mucho más servir a la buena señora, mi vecina, que al otro.
Alguien aseguró después que, hasta que de vista se perdieron, doña Mencía estuvo en el balcón de su estancia, que se elevaba sobre el muro, y desde donde se oteaba el circunstante paisaje, mirando a los que partían, y dando al mancebo cautivo un postrer adiós con el blanco pañizuelo de holanda que hacía ondear su diestra, cuando no se le llevaba a los ojos para enjugarse el llanto delator que los humedecía.
Dos épocas distintas puede decirse que atravesó Lázaro mientras estuvo en casa de su tío.
Tres meses estuvo enfermo Mordejai después de este singular suceso, y no comía más que agua y harina de cebada sin sal. Quedose tan flaco que se contaba al tacto todos los huesos, sin que se le escapara uno en la cuenta. Por fin, arrastrándose como pudo, emprendió su camino por toda la grandeza del mundo en busca de la mujer que, según dicho del divino Samdai, era suya.
Como esta casa está situada cerca de la antigua puerta de Guadalajara y de la plazuela de la Villa, en donde Francisco I estuvo prisionero en la casa de los Lujanes, concuerda este dato con la indicación hecha por el mismo Lope de Vega. Es cosa notable que la casa, en donde nació este gran poeta, estuviera frente por frente de aquella otra, en la cual habitó Calderón la mayor parte de su vida.
Agarrado con irresistible presión como siempre a sus ideas, su marido no quiso escucharla, oponiendo a todas sus razones una actitud altiva y desdeñosa. Comió poco y estuvo sombrío y silencioso mientras duró la cena. Cuando habían llegado a los postres sonó el timbre de la puerta. El criado fue a abrir y entró después sin decir nada. ¿Quién llamaba?
Detenido en ella estuvo un buen rato mirando el cuadro que las dos mujeres y los dos eclesiásticos ofrecían. Entró al fin; limpiose el sudor que mojaba su frente, y tomando una silla la colocó con fuerte golpazo en el punto en que quería sentarse.
No..., no... ¡Ay, sí, sí, sí, Jacobito!... Ahorra me acuerrdo que sí, que vino Vicentito Astorrga y le rrecibí en el salón porrque no vierra semejante estaferrmo, y estuvo solo más de diez minutos... lo menos, lo menos. ¡Aquí tenemos ya la púa del trompo!... Vamos ahora mismo a casa del camisero.
Hizo la crítica de los vestidos que llevaban varias niñas el día del premio del «Jockey Club». Parece que Clotilde se presentó con un sombrero un tanto estrambótico. Me preguntó si la había visto. Y como le dijera que no, exclamó al punto: «Era un sombrero ¡digno! de verse». ¿Y Carlitos Nuezvana, ¿estuvo muy espiritual? Ese me habló de modas masculinas.
Por desgracia, tengo necesidad de volver a la ciudad, donde he de permanecer algún tiempo. Será la voluntad de Dios el que yo me aleje de estos sitios; cúmplase, pues, su santa voluntad. El domingo estuvo a comer con nosotros M. Morel, distinguido dibujante y buen músico; es él quien ha trazado la mayor parte de los jardines ingleses que admira todo el mundo en los alrededores de París.
Palabra del Dia
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