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Actualizado: 16 de junio de 2025
Un silencio profundo sucedió al tumulto estrepitoso y a las excitaciones vehementes que se habían prodigado poco antes al primer espada. El toro, viendo aquel enemigo pequeño, que se había burlado de su furor, se detuvo como para reflexionar. Temía sin duda que se le escapase otra vez.
Después tuvo esto por un disparate y se fijó en una amiga suya, casada con Moreno Vallejo, tendero de novedades de muy reducido capital. Dicha señora gastaba un lujo estrepitoso, dando mucho que hablar. Había, pues, un amante. A Jacinta se le puso en la cabeza que este era el Delfín, y andaba desalada tras una palabra, un acento, un detalle cualquiera que se lo confirmase.
Si la mato no hay lección. La enseñanza es más cristiana que la muerte, quizá más cruel, y de seguro más lógica... Que viva para que padezca y padeciendo aprenda... Pero a él debo matarle... ¡a él sí!». Oyendo el estrepitoso fin de la pieza, tuvo como un sopor de medio minuto, y volvió de él asaltado por esta idea que le sacudía: «No, matar no. Su maldad es necesaria para este gran escarmiento.
Don Paco no pudo sufrir más: fue corriendo a la puerta de la casilla, por fortuna vieja y desvencijada, y descargando sobre ella con todos sus bríos un diluvio de patadas, de puñetazos y garrotazos, consiguió en pocos segundos arrancarla de los goznes y derribarla por el suelo con estrepitoso sacudimiento, que hizo retemblar las paredes.
Yo estaba completamente absorto en aquel asunto de interés íntimo; yo no atendía a la batalla; yo no hacía caso de los cañonazos; yo no me fijaba en los gritos; yo no apartaba del papel los ojos, aunque sentía correr por junto a mis oídos el estrepitoso aliento de la lucha.
Se oye estrepitoso ruido en la estancia. La condesa se había levantado súbitamente y con extraña violencia, dejando caer la silla donde se sentaba. Apresuradamente había corrido á la puerta del gabinete y la había abierto. Tomó la niña entre sus brazos y estalló una nube de vivos y sonoros besos. Después vino con ella hacia la mesa, levantó la silla y se sentó.
Les interesaba la cuestión social como algo positivo relacionado con su bienestar; pero por más esfuerzos que hicieran los oradores por exponer las generosidades de la sociología revolucionaria, la gente sólo veía la ventaja de aumentar en unos cuantos reales el jornal y trabajar alguna hora menos... Pero se hablaba del jesuíta, del fraile, del cura, y la muchedumbre se ponía instintivamente de pie, con nervioso impulso, y brillaban los ojos con el fulgor diabólico de una venganza secular, y sonaba estrepitoso el trueno del aplauso delirante, y se levantaban los puños amenazadores, buscando al enemigo tradicional, al hombre negro, señor de España.
El juego, bajo todas las formas posibles, era su sola ocupación; jamas leían con fundamento; y cuando la música de prima noche se hacia oír en los escotillones digerian la comida bailando rabiosamente la jota ó la cachucha, ó cantando en coro estrepitoso el himno de Riego.
Palabra del Dia
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