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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Dichas chucherías, apéndices de la verdadera cena que cada uno había tomado ya en su casa antes de empezar la tertulia, probaban además, cuando las dos Juanas y don Paco se las comían, sin el menor susto y sin ninguna mala resulta, que nuestros tres héroes poseían tres estómagos de los más sanos, eficaces y potentes que hay en el mundo.
Llegaron al Moral. Don Mariano les tenía preparado un suculento refrigerio dentro de un vasto almacén que allí poseía, y la numerosa comitiva demostró una vez más que los aires del mar son el más excelente aperitivo para todos los estómagos. Cuando hubieron dado buena cuenta de él y descansado un ratito, tornaron a embarcarse para continuar su excursión.
Tras esto dijo que iba a la Corte, porque un mayorazgo roído como él en un pueblo corto, olía mal a dos días, y no se podía sustentar, y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros.
Los estómagos, encogidos hasta entonces por la ruda novedad de la navegación, se dilataban con voluptuoso desperezo, admirando en el comedor las prodigalidades del servicio.
Ya pueden ustedes venir dijo la esposa, que salió delante de ellos muy preocupada. ¡Estómagos, a defenderse! Algunas palabras había cogido la Delfina al vuelo que no tenían, a su parecer, ninguna relación con aquello de las Cortes, el coronel Iglesias y el ministerio Palanca. Indudablemente había moros por la costa. Era preciso descubrir, perseguir y aniquilar al corsario a todo trance.
Todos le miraban; cuando se presentaba en la boca del lobo, y hablaba con tanto desparpajo, era que los rumores propalados carecían de fundamento: Esteven aparecía de nuevo rodeado de la aureola de que se le había querido despojar, depositario siempre de los rayos de Júpiter. Los amilanados de una hora antes, recobraron fuerzas y le hicieron una ovación, digna de estómagos agradecidos.
Mandaron los doctores que por nueve días no hablase nadie recio en nuestro aposento, porque, como estaban huecos los estómagos, sonaba en ellos el eco de cualquier palabra.
Cuando los granujas trasegaron á sus estómagos, en dos sorbos, las pócimas infames que les sirvió el tabernero, pagó Pipa el gasto con la media peseta, más un cuarto que sacó de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos á la calle.
Liñan hizo algunas y yo las vi: del Cid eran dos, una de la Cruz de Oviedo y otra que llamaban la Escolastica, de Brabonel tambien, y de un Conde de Castilla: no se que escribiere otras: De Lupercio hubo algunas tragedias, pienso que buenas, lo que permitió aquel siglo en que ni los ingenios eran tantos ni los ignorantes tan atrevidos....... Se entretuviera mucho V. E. viendo tanto representante con el luto en los estómagos que es cosa lastimosa.
Los nuestros, a quien la desesperación, de valientes, hizo valentísimos, añadiendo a la temeridad nuevos bríos, arremetieron al navío y casi sin recebir herida le entraron y le ganaron, y alzóse una voz entre nosotros que a todos les quitásemos la vida por ahorrar de balas y de estómagos por donde se fuese el bastimento que en el navío hallásemos.
Palabra del Dia
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