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Las Odas en este caso serían espantosamente revolucionarias, subversivas de todo el orden social vigente en el día. Yo no quiero comprometerme dando a semejantes cosas una aprobación que nadie me ha pedido.

Cuando llegó Magdalena experimenté cierta turbación; no la había vuelto a ver desde el jueves último por la tarde. Era indudable que esperaba ella una explicación; pero me sentía incapaz de dársela y callé. Estaba espantosamente confuso y distraído. Oliverio que no creía que existiera ninguna razón para ser caritativo conmigo me acribillaba con sus epigramas.

Martinán, henchido de orgullo y regodeándose anticipadamente con la derrota de aquellos bobalicones, iba á proseguir y cerrar su victorioso sorites, cuando de pronto se abre con estrépito la puerta que daba á la Bolera y aparece Bartolo, el hijo belicoso de la tía Jeroma, con el rostro espantosamente pálido, sin garrote en las manos y sin montera en la cabeza.

Lo cierto es que había motivo para ello... Figúrese usted seiscientos cadáveres amontonados sobre la arena, revueltos con astillas de madera y jirones de lona... ¡Pobre Ligera!... El mar la había molido de golpe y hecho trizas en tal forma, que el pastor Palombo apenas ha podido encontrar entre todos sus residuos con qué hacer una empalizada para su choza... En cuanto a los hombres, desfigurados casi todos, espantosamente mutilados... inspiraba compasión el verlos asidos unos a otros, en racimos... Allí estaban el capitán con uniforme de gala, el capellán con la estola al cuello; en un rincón, entre dos peñascos, un grumete con los ojos abiertos... parecía vivo todavía; ¡pero, no!

Sin embargo, aquí el señor capitán va á recibir un buen bocado de indemnización, si como aseguran se abre, para explotar esas minas de Carrio, una vía de hierro. D. Félix tiene ahí muchas propiedades, y no dejarán de cortarle alguna manifestó Martinán el tabernero, hombre de cuarenta á cincuenta años, espantosamente feo, de ingenio sútil, disputador eterno.

Los cuadros más antiguos y borrosos representaban bergantines y fragatas con las velas rotas, encabritándose sobre las olas, flotando entre estas algún mástil roto: los más modernos eran vapores espantosamente ladeados por el empuje del mar, con la cubierta barrida por el agua.

El monte se venía abajo, faltándole sus cimientos seculares; el riachuelo variaba de curso, y echando fuera del cauce sus espejillos, inundaba espantosamente la llanura; las casas hundían el tejado en la arena; el Portal se estremecía cual si fuera combatido de horribles vientos, y como se apagaron muchas luces resultó nublado el sol y obscurecidas las luminarias del día y de la noche.

Desde que no se veía rodeada de una sociedad dispuesta a divertirse y ocupada exclusivamente en crear distracciones nuevas, Diana se aburría espantosamente.