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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Mariano le oía espantado y con despecho. ¡También Gaitica, aquel ser de la última gradación moral, aquel hombre a quien Pecado consideraba como inferior, se sublimaba por la virtud de su pequeño capital, adquirido en infames juegos de azar, y quería revestirse de la dignidad del burgués pacífico, del propietario conservador, y clasificarse entre los ciudadanos probos, que son base, sustento del orden social!
Huyó espantado del suceso don Baltasar de Peralta, y mi pariente Francisco Rivalta salió tras él, siguiéndole sañudo y loco, y sin poder alcanzarle, que no hay quien alcance al que huye llevando el pavor en el alma.
Había aprendido también Juanita algo de geografía y de historia; y ya, cuando apenas tenía nueve años, recitaba con mucha gracia varios antiguos romances y no pocas fábulas de Samaniego. Tiempo hacía que don Pascual no visitaba a Juanita ni a su madre. Primero, las frecuentes visitas de Antoñuelo le habían espantado.
Y tuvo una explosión de alegría formidable, rompiendo a reír violentamente y entrecortando su risa con profundos sollozos sin lágrimas. El cura se apresuró a desmentir aquella falsa nueva, hija de una compasión estúpida, y preciso fue ya decirle de una vez que su hijo había muerto... Pero el cura se detuvo allí espantado y no tuvo valor para decirle cómo ni cuándo.
Pablillos habíale tomado ya el sombrero y los guantes y, al quitarle la capa, exclamó como espantado: ¿Hanle robado a vuesa merced la cadena? ¡Vive Dios! Fuese la soga tras el caldero, Pablillos. ¿La jugó también vuesa merced? Juguela. ¿Vuesa merced ha perdido entonces todo su caudal? Todo. ¡Ah, cuánta desgracia! ¿Y cómo habré de comprar las provisiones para mañana y los días venideros?
¡Me parece bien! gritó el barón. ¿No es verdad? repuso fríamente Mariana. ¡Pero es que no ha sido más que una broma! Una broma ha sido también la mía. ¿Por quién me tomáis? preguntó al fin, rojo de cólera. Os tomo por un pobre hombre desenterrado... Vamos, idos a dormir... ¡Vamos, idos! Mariana le mostró la puerta y él salió mansamente... Estaba espantado.
Cayeron dos de aquellos hombres, y los otros, espantados de aquel ruido, que no habían oído hasta entonces, y de la muerte súbita de sus compañeros, dieron a huir a todo correr lanzando gritos de terror. Cornelio atravesó de un salto la línea de fuego, arrancó de las espaldas del espantado prisionero, las hojas encendidas, y con sus robustos brazos le sacó de allí colocándole al pie de un árbol.
Hágale usted saber, decía doña Victorina furiosa, que me valdré de la Guardia Civil; vivo ó muerto quiero saber donde está... ¡Porque tener que esperar diez años para poderse una casar! Isagani la miró espantado; doña Victorina pensaba en casarse. ¿Quién sería el infeliz? ¿Qué le parece á usted Juanito Pelaez? preguntó ella de repente. ¿Juanito?...
Dio un paso atrás, revolvió en su cesto de costura, sacó una navaja enorme, y corriendo en seguimiento del gigante, que retrocedía espantado, exclamó con bramido: Te degüello....
Desde que nos separamos del yate, venía siguiéndonos un enorme tiburón que parecía acechar el momento en que alguien cayese al agua. Es un milagro que no haya intervenido en la pelea... El movimiento de los barcos, los gritos de los canacos y la rapidez de la acción le habrán espantado.
Palabra del Dia
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