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No; pero temería verle desmentir las ideas y los sentimientos que expresa, y entonces se disiparía el encanto, porque al leer lo que me habría arrebatado, no podría apartar de la idea de que el hombre lo había escrito con la cabeza y no con el corazón. ¡Cómo escriben esos franceses! decía entre tanto Eloísa, resumiendo el mencionado certamen literario.

Exponer aquí como debe ser esta vida es empeño superior a mis facultades mentales, y creo que también a las de no pocos que han tomado el oficio de regeneradores y que recitan discursos o escriben libros terapéuticos.

La propensión de los que escriben en el día es hacia la novela. Y lejos de ser estéril esta propensión, a cada momento produce obras estimables, dejando esperar otras para lo futuro más sazonadas y menos imperfectas.

Durante todo este tiempo, los novios se escriben cuando están ausentes; y cuando están en el mismo pueblo, se ven en misa por la mañana, se vuelven a ver dos o tres veces más durante el día, suelen pelar la pava durante la siesta, vuelven a verse por la tarde en el paseo, van a la misma tertulia desde las ocho a las once de la noche, y ya, después de cenar, reinciden en verse y en hablarse por la reja, y hay noches en que se quedan pelando la pava otra vez, y mascando hierro, hasta que despunta en Oriente la aurora de los dedos de rosa.

En los Estados Unidos escriben hoy muchos para denigrarnos como Draper escribía, siendo lo más gracioso que todo lo que dicen contra nosotros es con el fin de ensalzar á los cubanos y de afirmar que deben ser independientes y libres. Acaso el más feroz de estos escritores anti-españoles sea un cierto Sr.

Y por esto, y por entender yo que para que una literatura sea espontánea y natural, importa que sólo tenga al público por Mecenas, ni pido ni quiero protección y auxilio del Gobierno para los que escriben dramas.

La manía de escribir es, con todo, epidémica en el día, y, como son raras las mujeres que escriben para el público, cuando presumen de discretas o lo son y alguien les escribe, sienten las más un invencible prurito de contestar, aunque sólo sea para lucirse. Una vez puestas en este resbaladero es muy factible que se deslicen.

Es también un hecho que de los 40 poetas insulares catalogados en esta ANTOLOGÍA poseen el inglés cuantos moran en las islas; pero otro que todos escriben ¡y sienten! sus composiciones en castellano. Y así, cuando vemos como título de una el Awake britano en lugar del español, Despierta, nos sentimos sorprendidos, como defraudados...

A los diez o los once van al convento; allí sabe Dios lo que les pasa; ellas no lo pueden decir, porque las cartas que escriben las dictan las monjas y están siempre cortadas por el mismo patrón, según el cual, «aquello es el Paraíso». A los quince años vuelven a casa; no traen voluntad; esta facultad del alma, o lo que sea, les queda en el convento como un trasto inútil.

Niego, pues, ese desdén, esa rivalidad que entreveo que se nos supone, a los que escribimos en Madrid, contra los que escriben en español en otras ciudades, y singularmente en las de Cataluña. ¡Ojalá escribiesen allí cosas tan buenas que, sin excitar nuestra envidia, despertasen en nosotros emulación noble y nos moviesen a escribir con mayor tino, primor e ingenio que en el día!