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Actualizado: 3 de julio de 2025
Son iguales y libres, son dueños de sí mismos y se miran frente á frente con la cabeza erguida, porque ninguno lleva en su cara impreso el estigma de la esclavitud. Tal es el cuadro que podemos contemplar anticipadamente parándonos por la tarde cerca del arroyo querido, cuando el sol poniente se rodea de un círculo de oro con las volutas de vapor que se escapan de la fábrica.
Bajólos instantáneamente y cruzó de largo seria y erguida. Mas a los pocos pasos sintió vago malestar como si no quedase satisfecha de sí misma.
La Mazacán había roto los guantes apretando los puños y daba gritos con su hermosa voz de soprano. La otra, tiesa en su asiento, erguida la cabecita como la de una víbora que se defiende, escupía sus desvergüenzas sin moverse, sin mirar a ninguna parte, como una figurilla de ira petrificada.
Esa es el alma sacrosanta; que les hace invencibles en la guerra. Cuando, erguida en sus manos, se levanta, los más alzados ídolos aterra. Idolos fuertes que a los ciegos doman tiemblan ante la cruz y se desploman.
Pasó ante los dos amigos, muy erguida, con el libro bajo el brazo, la dama norteamericana, que hasta entonces había estado leyendo en su sillón. Varias veces sorprendió Fernando, por encima del volumen, unos ojos claros fijos en él, y que al encontrarse con los suyos volvían hacia las páginas.
Las niñas, a pesar de sus elegantes trajes, creían que todos se fijaban en ellas para sonreír compasivamente, y doña Manuela marchaba erguida, con altivez dolorosa, poco más o menos como Napoleón en Santa Elena después de la denota. La viuda presentía su ruina.
Algo delante elévase una colosal estatua, una Bavaria de noventa y dos pies de altura, erguida sobre el último rellano de una de esas grandes escalinatas tan melancólicas que ascienden al descubierto entre el verde follaje de los jardines públicos.
Necesita saberse pasar sin alimento semanas enteras como el camello, y caminar la frente erguida por medio del desierto. Ha de tener la velocidad del gamo en el huir para un apuro, para un día en que Dios disponga lo que él no haya puesto.
Un morisco, a quien todos conocían en los suburbios por sus pláticas obscenas, ejecutaba de tiempo en tiempo un movimiento bestial y acelerado para remedar la fornicación; los familiares tenían que zamarrearle con violencia. Pasó una anciana, seca y erguida, con las manos ligadas por detrás y la boca cubierta por negra mordaza. Ramiro no tardó en reconocer a Gulinar.
Iban mezcladas dos sensaciones: de punzante lástima la una, de terror y repulsión la otra. Quería apartarse espantada de Artegui, y aun se derretían de compasión sus entrañas sólo al mirarlo. La gente salía de misa; vertía el pórtico ondas y ondas humanas, y Lucía, en pie, no acertaba a separarse de aquella catedral, erguida y blanca como una mártir cristiana en el circo.
Palabra del Dia
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