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Actualizado: 23 de julio de 2025


Este general combina su plan estratégico y el enemigo le derrota. Una casa de comercio entrega poderes a un empleado para la gerencia de sus negocios y la casa experimenta graves pérdidas.

En su vida, inmóvil, la gran fuerza de ese ser sanguíneo, empléase por completo en las ternezas familiares; abraza á los suyos con tierno amor, con orgullo, con cólera. Es valiente y está pronto á morir en su defensa. Pero ¡ay! poco le valen sus fuerzas ni su furor: su masa enorme le entrega al enemigo.

Y se volvió de espaldas. Sacó el dependiente una esportilla de la caja, contó el dinero, y sin más conversación hizo la entrega. Marchose llorando la muchacha, y aún se oía el ruido de sus pasos cuando el caballero de la camisa limpia dijo severamente: No se le olvide a usted apuntar que Gasparón es baja.

Imaginan las gentes que el Amor y la Muerte son hermanos. Yo me inclino ya a creer que el Genio de la muerte es el amor mismo. Morir es el supremo acto de amor que puede hacer toda criatura. La que se rinde y entrega enamorada a otra criatura mortal como ella, da su vida y su ser, pero limitadamente, con egoísmo, con abnegación fugitiva, recobrándose pronto y casi sin perderse ni por un instante.

Pero la resolución criminal de Gómez Arias no se altera ni un punto: el inhumano entrega á la desolada joven en manos de los moros.

Y dejaba su mano entre las de Fernando, sin resistirse, con la misma tolerancia con que se entrega un objeto precioso al niño enfurruñado, para consolarle. El ingeniero quería olvidar y acariciaba con arrobamiento aquella mano que recordaba, al través de su figura, la potente garra de Sánchez Morueta. La intervención del aña interrumpió su embriaguez amorosa.

El presidente, los ministros y demás personajes empezaron á mirar con cierto interés risueño á la generala, dejando á su compañero la tarea de contestarle. ¡Calma, doña Guadalupe! dijo éste . Hablemos en serio. Un batallón no se le entrega á una mujer. Entonces, pido que se me permita marchar con las fuerzas que saldrán á perseguirle. Ya sabe usted que yo he hecho la guerra.

Este resbaladizo incidente llenaba años después el chistoso segundo acto de «Los maridos de Leontina». Como los negocios de Farjolle siguen rumbo próspero, el comandante Baret, antiguo amigo suyo, le entrega una fuerte suma para que la emplee en algún buen negocio.

Una mujer puede amar mucho a su marido prosiguió el pintor , pero llega un momento en que sin darse ella misma cuenta, por un impulso vivo pero fugaz de su naturaleza se entrega a otro hombre. ¿Quién no tiene en el mundo caprichos? ¿Quién no siente estos impulsos inconscientes de su naturaleza? ¿Qué tiene que partir con ellos nuestra alma ni nuestras verdaderas y profundas afecciones?

El rey de Irlanda, viéndose en grave apuro, entrega á sus enemigos al conde Enrique como autor de todo lo ocurrido, pero Isabel descubre la verdad dándose á conocer; su padre, su hijo y su esposo se creen en el colmo de la dicha al recobrar á la que suponían perdida para siempre, y Dionisia borra la mancha, que deslustraba á su honor, casándose con Octavio.

Palabra del Dia

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