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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Muchos hijos era como muchos dioses. No, uno solo...; aquel, aquel de que le hablaban las entrañas, aquel que casi casi le presentaba ante los ojos, en el aire, la alucinación de sus noches sin sueño. ¿Y de dónde había de salir su único hijo?... No cabía duda; la ley era la ley, el orden el orden; no cabían sofismas del pecado: había de salir del vientre de Emma.
Rubén Darío también bebió para no sentir la vida demasiado dura en la carne viva de su corazón de poeta. La vida es dura, amarga y pesa; ¡ya no hay princesa que cantar! Poe bebía bárbaramente, como si quisiera «asesinar algo en si mismo». Nuestro admirable y dulce poeta Manuel Paso también se suicidó abrasándose las entrañas y el cerebro en un océano siniestro de aguardiente.
Bien; en el seno de la República, del fondo de sus entrañas se levanta el color colorado, y se hace el vestido del soldado, el pabellón del ejército, y últimamente, la cucarda nacional, que, so pena de la vida, ha de llevar todo argentino. ¿Sabéis lo que es el color colorado? Yo no lo sé tampoco; pero voy a reunir algunas reminiscencias.
Apeóse, en fin; pero con tan malas entrañas, que arremetió a su enemigo, y asiéndole con ambas manos por la garganta, dió con él en el suelo, y tal golpe dió con la cabeza sobre una piedra, que se la abrió por dos partes, saliendo tanta sangre, que pensó que le había muerto.
5 Oyendo tu caridad, y la fe que tienes en el Señor Jesús, y para con todos los santos; 7 Porque tenemos gran gozo y consolación en tu caridad, de que por ti, oh hermano, han sido recreadas las entrañas de los santos. 12 el cual te vuelvo a enviar; tú pues, recíbele como a mí mismo. 13 Yo quisiera detenerle conmigo, para que en lugar de ti me sirviese en la prisión del Evangelio;
El notario, después de declamar aquellos dos versos de una comedia de aficionados, muchas veces representada en el pueblo porque era de hombres solos, dio una palmadita en el vientre a Reyes; y de pronto se quedó muy serio, muy serio, sin decir palabra, como dando a entender: «Soy todo oídos; basta de chistes; aquí tiene usted al representante de la fe pública, o al prestamista sin entrañas, lo que usted quiera».
Pero te deseo buena suerte, y te recomiendo que no tengas entrañas, si quieres defenderte de la miseria. ¡Duro en ellas! Por lo que vale doce, cobra cuarenta, y así con el exceso de las que paguen cubres la falta de las que no te den un cuarto... ¡Ay qué gracia!...».
Así permaneció Doña Blanca hasta cerca de las diez. Entonces se agravó el mal: el delirio se declaró; estalló con ímpetu. El cerebro sintió por completo la reacción del mal que la infeliz tenía en las entrañas.
A esta angustia de las entrañas se agregaba la zozobra del ánimo, la honrosa inquietud de verse marcado por la sospecha, tan sólo, del Santo Oficio, o de atraer el castigo del poder sobrehumano del Rey. Y entretanto parecía que el mismo viento murmurase calumnias y que la delación se agazapara bajo el lecho en que se dormía, entre los pliegues de las antepuertas, en el rincón de los oratorios.
El tiempo habia hecho su oficio: todas las construcciones poco sólidas se habian reducido á polvo: la tierra, tan afanosa por tragar los monumentos de los hombres que le arrancan los tesoros de sus entrañas, habia recobrado lo suyo, y con su incesante é imperceptible crecimiento cubierto ya las marmóreas escalinatas rotas, los pavimentos de piedra desnivelados, los acueductos, algibes, estanques, fuentes, baños: todo lo somero y profundo, sobre lo cual tendió largos años su capa de nieves y barrizales el aterido invierno, su verde manto de grama la alegre primavera, sus tejidos de cardos, espinos y punzante maleza el abrasado verano, y el otoño su seca y amarilla vestidura de despojos.
Palabra del Dia
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