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Actualizado: 22 de julio de 2025
La enojosa permanencia y quietud en el lecho le ocasionaba insomnios frecuentes, cuando no letargos breves y febriles, acompañados de pesadillas o alucinaciones. A veces despertaba de súbito bañado en sudor, y exclamaba pasándose la mano por los ojos: Jesús me valga y la Santa Virgen del Sagrario, ¡qué sueño he tenido!
La dificultad en el raciocinio no se quita con estas frivolidades mas propias para perder el tiempo en la escuela que para enseñar. Cuando el discurso se traslada de los ejemplos á la realidad, no encuentra nada semejante: y entónces ó se olvida completamente de las reglas, ó despues de haber ensayado el aplicarlas continuamente, se cansa bien pronto de la enojosa é inútil tarea.
Era una solución digna de su cabeza destornillada. Con estos comentarios fue desnudándose, y al apagar la luz experimentó entre las sábanas la voluptuosidad del que se ve solo después de haber sufrido una compañía enojosa. ¡Ah, las mujeres! ¡Lástima grande no poder vivir sin ellas!
Por respeto a las ordenanzas del señor de Quevedo, seguía en la cama, pero ya no aguantaría aquella cárcel enojosa dos días más.
Tan luego como esta enojosa ocupacion se terminó, continuamos nuestro viaje hasta Bayona. Antes de llegar á esta ciudad, no obstante ser el trayecto tan corto, tuve lugar de acordarme de las casas de Beneficencia y de las formas con que se recibe á los extranjeros.
Un silencio de estupor enmudecía á los tres personajes. El primero que le rompió fué el duque de Uceda. Encended las bujías, doña Ana dijo , venid después acá, y decidnos: ¿por qué razón, de una manera tan imprevista y tan enojosa nos encontramos aquí mi señor padre y yo?
Aquélla no quiso asistir desde un palco por no hacerse demasiado visible, cosa harto enojosa, si la obra no lograba buen éxito. Reynoso se quedó también con Tristán en casa, dispuesto a trasladarse al teatro en cuanto se viese el cariz que presentaba el asunto. El primer acto produjo agradable efecto en el público, aunque no se le tributaron aplausos muy ruidosos.
Las dos señoras que viven con usted son muy intransigentes. Quería el joven evadirse, con esta salida, de la contestación enojosa que las palabras y la actitud de la santa parecían exigir. No me importa su carácter dijo ésta. Yo las quiero, son mis parientas y compañeras de toda mi vida. Después que yo tome una resolución irrevocable, poco me importa lo que ellas puedan decir ó hacer.
Y esta misma certidumbre de lo imposible de su amor, de tal manera sublimaba el alma y el cuerpo de doña Guiomar para Cervantes, que le parecía que si Dios para consolarle hiciera bajar un ángel del cielo, no había de parecerle tan hermoso en cuerpo y en alma como doña Guiomar; que hermosa era de cuerpo y de alma Margarita, ¿cómo dudarlo? pero con ser ya suya, y sin el encanto de lo imposible, puesta como un impedimento entre Cervantes y doña Guiomar, hacíase para Cervantes enojosa y casi aborrecible, y aborrecía la hora en que con aquel miserable entierro se encontró, y aun con más ahínco maldecía la compasión que a irse tras el entierro moviole, llevándole a punto en que conoció a Margarita.
Las bases que en su ánimo adoptó, fueron las siguientes: primera, huir evitando toda escena triste y enojosa, ya que, dado el carácter de Cristeta, no había temor a gritos, pelotera ni escándalo. Harto sabía él que Cristeta era de las que lloran y no alborotan, sufren y no insultan. Esta misma humildad le hacía más desagradable el abandono.
Palabra del Dia
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