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Actualizado: 24 de junio de 2025
Sí, señor caballero; España se pierde. Las Cortes claman y el Rey no las oye. Al pechero se le va quebrando el espinazo bajo el fardo de los tributos, las industrias están enfermas del gusano de la alcabala, las ciudades mohínas, los campos miserables. Agora toda la arte del privado está en saquear a los pueblos. Roerles hoy todo el esquilmo, hasta la sangre, aunque mañana perezcan.
Antes morir aquí mismo. Nébel pasó todo el día disgustado, y decidido a vivir cuanto le fuera posible sin ver en Lidia y su madre más que dos pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y como las fieras que empiezan a esa hora a afilar las uñas, el celo de varón comenzó a relajarle la cintura en lasos escalofríos. Comieron temprano, pues la madre, quebrantada, deseaba acostarse de una vez.
Marchaban enfermas, desfallecidas de hambre, y cada vez que avistaban una pequeña ciudad prorrumpían en alaridos de gozo: «¡Jerusalén! ¡Es Jerusalén!». Y estaban aún en el centro de Europa: en Alemania o en Hungría. Abajo, en la proa, tiene usted a un heredero de aquellos héroes de la esperanza.
Sólo ella encuentra natural que los pájaros se posen sobre su hombro o acompañen con sus trinos las fervorosas canciones que improvisa al son de la vihuela; o que, en los días de gran necesidad, cuando su madre o sus hermanas se sienten enfermas, maravillosas labores aparezcan, en un instante, bajo su aguja, recubriendo una a una las telas, sin agotar los ovillos.
Enormes mulas, lerdas y toscas pero de suma resistencia y solidez, y habituadas á caminar según su instinto y voluntad por los mas agrios desfiladeros y páramos, aguardaban á sus caballeros y amazonas prosáicas, modestamente ataviadas; en tanto que muchos peones cargueros alistaban sus sillas de manos para trasportar á las señoras enfermas ó incapaces de montar.
No se ría, Pedro, de esta colección de extravagancias. Ni diga que estos asuntos son para personas mayores; las enfermas son como unas viejitas, y tienen derecho a esos atrevimientos. Pero, ¿cómo le dijo Pedro subyugado , no han de tener sus cuadros todo el encanto y el color de ópalo de su alma? ¡Oh! ¡oh! a lisonja llaman: vea que ya no es de buen gusto ser lisonjero.
»La transfusión está hecha, ¿para qué más? Sutil e inadvertidamente la salud espiritual de Melchor ha sido absorbida por Ricardo y por Lorenzo, los que a su vez le han dado a respirar sus almas enfermas, como las flores, que al ampararse del oxígeno, que es la vida, exhalan el ácido carbónico, que es la muerte.
Temían a las oficinas de inmigración de Buenos Aires, prontas a rechazar las gentes enfermas o de contagiosa suciedad, obligando al buque a repatriarlas gratuitamente. En los «latinos» de proa verificábanse iguales transformaciones. Las comadres de Nápoles y de Castilla abrían sus arcas para extraer sayas y corpiños.
Palabra del Dia
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