Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 22 de septiembre de 2025
Dióle al maestro tanta risa de oír mi simplicidad y de ver el miedo que le había tenido, que me abrazó y me dio una firma en que me perdonaba de azotes las dos primeras veces que los mereciese. Con esto fuí yo muy contento. Llegó, por no enfadar, el tiempo de las Carnestolendas, y trazando el maestro de que se holgasen sus muchachos, ordenó que hubiese rey de gallos.
Cuando estuvo ya bastante preparada, el joven dio otro giro a la conversación, enderezándola por ciertos caminos peligrosos. ¡Ay, Lucía, tú no sabes cuánto me has hecho pecar de pensamiento! ¿Y por qué? repuso la dama; en sus ojos brilló una chispa de malicia. Porque... porque... ¡bah! ¿Quieres que te lo diga? Sí, dímelo. No me atrevo; te vas a enfadar conmigo. No me enfadaré; dímelo.
¿Qué es? se apresuró a preguntar el joven con el sobresalto de quien teme siempre alguna desgracia. Estoy viendo que te vas a enfadar..., pero te lo diré. He quitado tu retrato del medallón. La fisonomía de Ricardo expresó el asombro. Y lo peor es que lo he sustituido con otro...
Tu abuela se va a enfadar y no me atrevo a ser yo la que haga semejante petición. Anda Genoveva, te lo suplico dije abrazándola. La abuela te lo concederá todo... Sabe que eres tan buena y razonable... ¿Qué hago? preguntó Genoveva a su madre. ¿Debo arriesgarme? Sí respondió la de Ribert. Bien puedes hacer eso por Magdalena.
Nosotros nos metimos en un coche, salimos a la tardecita antes de anochecer una hora, y llegamos a la media noche a la venta de Viveros. Llegamos por no enfadar a la villa, y apeámonos en un mesón.
Fortunata no contestó. «¿He acertado? ¿He puesto el dedo en la parte más sensible de la llaga? Franqueza, señora mía; que esto no ha de salir de aquí. Yo me tomo estas libertades, porque sé que usted no se ha de enfadar. Bien sé que abuso y que me pongo insoportable y machacona; pero aguánteme usted por un momento; no hay más remedio... Con que a ver...». Tampoco dijo nada.
Santa Cruz puso mala cara. «¡Pero qué tontín! Si lo quiero saber para reírme, nada más que para reírme. ¿Qué creías tú, que me iba a enfadar?... ¡Ay, qué bobito!... No, es que me hacen gracia tus calaveradas. Tienen un chic. Anoche pensé en ellas, y aun soñé un poquitito con la del huevo crudo y la tía y el mamarracho del tío.
Al fin, yo llamaba ya «señora» a la abadesa, «padre» al vicario y «hermano» al sacristán, cosas todas que con el tiempo y el curso alcanza un desesperado. Empezáronme a enfadar las torneras con despedirme y las monjas con pedirme. Consideré cuán caro me costaba el infierno, que a otros se da tan barato y en esta vida, por tan descansados caminos.
A ti, Fortunata, te miré con indilugencia entre las descarriadas, porque volvías a Mí tus ojos alguna vez, y Yo vi en ti deseos de enmienda; pero ahora, hija, me sales con que sí, serás honrada, todo lo honrada que Yo quiera, siempre y cuando que te dé el hombre de tu gusto... ¡Vaya una gracia!... Pero en fin, no me quiero enfadar.
En una de las vueltas, la impaciencia fué mayor; se paró, y enfadado hasta donde se puede enfadar el buen Padre, exclamó: ¡Caramba con D. Luís, que se empeña en no encender el faro!
Palabra del Dia
Otros Mirando