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Es para tan necesario como el aire. Sin él me asfixio, me muero. Allí donde lo encuentro, armo mi tienda y allí me quedo...». Isabelita y Alfonsín pasaron corriendo.

Momentos después alzó éste su rostro para decir con balbuceos de emoción: Nada queda que hacer... ¡Muerto! Viendo que Canterac se aproximaba al grupo para saber lo ocurrido, Torrebianca salió á su encuentro, cerrándole el paso. El gesto triste del marqués, antes que sus palabras, revelaron al ingeniero la verdad.

En Cádiz no han abundado tanto como en otros lugares los mendigos haraposos y medio desnudos, esos escuadrones de gente llagada, sarnosa e inválida que aún hoy nos sale al encuentro en ciudades de Aragón y Castilla.

654 Concluyo esta relación, ya no puedo continuar; permítanmé descansar: estan mis hijos presentes, y yo ansioso porque cuenten lo que tengan que contar. 655 Y mientras que tomo un trago pa refrescar el garguero, y mientras tiempla el muchacho y prepara su estrumento, les contaré de qué modo tuvo lugar el encuentro.

De decirle que no encuentro música más grata que el acento de usted. Me pasaría las horas muertas oyéndola hablar. Y no sólo por la gracia y el encanto que tienen sus palabras, sino porque adivino en usted un corazón tierno y apasionado... Este era el camino más despejado para llegar a una declaración.

Yo continuaré aparentando que no estoy al corriente de la verdad. Si, tía mía. Pero déjeme usted que la abrace para demostrarle mi agradecimiento por haber sido tan buena. Gracias á usted, vamos todos á ser muy dichosos. Ahí vuelve Mauricio, dijo la señorita Guichard, mirando por la ventana; ve á su encuentro. Yo vuelvo al salón. Herminia bajó al jardín y Clementina quedó sola.

Entretanto el señor Domingo iba a reunirse con sus vendimiadores y se alejaba lentamente, la escopeta descargada, seguido de los perros cansados; mas apenas hubo dado algunos pasos en el sendero que conducía a sus viñas fuimos testigos de un encuentro que me encantó.

Comenzaba ya a caer la noche. »Muy bien, no hay ningún peligro, pienso, y entro en la casa. »En el momento en que abro la puerta de la sala, distingo en el crepúsculo una sombra que se desliza precipitadamente hacia afuera. »¿Quién puede ser? me digo. »Y la sigo. »En el cuarto del niño, ¿a quién encuentro?

41 Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? 1 Y vinieron al otro lado del mar a la provincia de los gadarenos. 2 Y salido él del barco, luego le salió al encuentro un hombre de los sepulcros, con un espíritu inmundo, 3 que tenía domicilio en los sepulcros, y ni aun con cadenas le podía alguien atar;

Una tarde encuentro a Pombo en la calle Florián y entre la charla, le digo que padezco de insomnio, que no si el aire de la altura me quita el sueño, etc. «Yo he tenido un amigo, el señor Guerra, que sufría también de eso; pero se curó... ¿con qué? No me acuerdo.