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Actualizado: 7 de julio de 2025


Mi rostro no tiene ni el desmesurado largo, ni la anchura ridícula que se atribuye a la cara de los enanos y en general a la de todos los seres diformes, y la finura y delicadeza de mis extremidades pueden ser codiciados por más de una hermosa dama. Sin embargo, lo exiguo de mi tamaño me ha hecho verter a hurtadillas bastantes lágrimas.

A Lezcano y los demás enanos se les podrían dar los vestidos que ordenare el Camarero Mayor o Sumiller, a la medida de sus cuerpos. A Andrés Pérez se le ha dado de algunos años a esta parte un vestido, como se dice en la relación, pero me parece que hoy éste sea ordinario, ni se haya de poner en el libro.

Alimentada con néctares florales, su humor es bondadoso y tolerante, como el de los filósofos que han llegado á penetrar el secreto de los seres y las cosas. Además, ¡es tan numerosa la muchedumbre de los enanos egoístas y rapaces!

Encima está la region de los helechos enanos, líquenes y musgos de tintas pálidas ó sombrías.

En torno de los Austrias abundó la triste ralea de gibosos, enanos, patizambos, bobos y casi locos, a quienes se llamaba vulgarmente las sabandijas de Palacio.

Por esto, una noche se le apareció a Cristela un enano de largas barbas blancas, uno de esos enanos que trabajan los metales en el seno de la tierra... Y le dijo: Yo por qué estás triste, Cristela. Cristela repuso, displicente: Muy curioso sería, caballero, que usted supiese más de lo que yo de misma.

Verdad es que no es Saturno mas grande que novecientas veces la tierra, y los habitadores del pais son enanos de unas dos mil varas, con corta diferencia, de estatura.

Asimismo se desprende de este sermón, que, en las últimas manifestaciones del gentilismo, se mezclaba la mitología romana con la de otros pueblos idólatras, pues además de las claras alusiones, que se hacen en todo el sermón, á las supersticiones germánicas, encontramos en él mención expresa de los jottici, que son indudablemente los enanos de la mitología del Norte . También en la antigüedad germánica se santificaban los días de Navidad y de Año-nuevo, celebrándose con gran pompa la procesión de la diosa Holda , y probablemente con disfraces y juegos, que después se confundieron con los destinados á solemnizar las Calendas romanas de enero.

En el extremo de la plaza aparecieron las banderolas con las rojas barras de Aragón, y sonaron dulzainas pausada y majestuosamente, tañendo las melancólicas danzas del tiempo de los moriscos. Detrás iban los enanos, con sus enormes cabezas de cartón, que miraban a los balcones con los ojos mortecinos y sin brillo.

Felipe IV pensó de distinto modo y así como en cierta ocasión se le ocurrió expulsar de España a los extranjeros porque comían mucho pan, creería que el nombre de su artista predilecto no estaba mal en la misma nómina que los barberos, galopines, enanos y bufones.

Palabra del Dia

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