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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Un brazalete de oro brillaba á continuación de una mano del conde puesta sobre la mesa. Era el más viejo de todos y el único que conservaba sus cabellos, de un rubio obscuro y canoso, peinados cuidadosamente y brillantes de pomada. Próximo á los cincuenta años, mantenía un vigor femenil, cultivado por los ejercicios violentos.

En el centro de un grupo de corpulentos árboles se alzaba un pabellón en donde pasaban durante las calurosas horas de la canícula el abuelo y el nieto largos ratos, entregados unas veces a los ejercicios de la gimnasia y de la esgrima, otras a la lectura.

Mal año y mal mes para don Belianís y para todos aquellos que dijeren que se le igualó en algo, porque se engañan, juro cierto. Digo asimismo que, cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta mesma regla corre por todos los más oficios o ejercicios de cuenta que sirven para adorno de las repúblicas.

Yo también tenía mis horas canónicas en el cuartel de guardias de Corps: el cigarro era el incensario, la baraja el libro de coro, y nunca me faltaban otras devociones y ejercicios más o menos espirituales.

Y el operado no puede menos de admirar un estilo tan literario y tan metafórico, y da las tres cincuenta. Llámaseles funámbulos o equilibristas porque su vivir es una cuerda floja que se tiende a diario de un extremo a otro de la corte, en donde ellos ejercitan ejercicios muy peligrosos. Lo difícil está en que no se les vaya un pie y caigan de bruces sobre algún artículo del Código penal.

Los largos ejercicios piadosos de las distintas épocas del año, como octava de Corpus, sermones de Cuaresma, flores de María, les sabían siempre a poco. Belén ponía con tanto calor sus facultades musicales al servicio de Dios, que cantaba coplitas hasta quedarse ronca, y cantaría hasta morir.

Ese es el producto, no de las escuelas sin Dios, sino del Dios sin escuela, imposible y paradójico, cuyo poder se manifiesta por procedimientos caprichosos y por ejercicios de prestidigitación.

Era el primero que se daba en Villa-Sirena después de dos años. La víspera había llegado de París el dueño de la casa, el príncipe Miguel Fedor Lubimoff, que ocupaba ahora la cabecera de la mesa. Era un hombre todavía joven, con el cuidado vigor que proporciona una vida de ejercicios físicos: alto, membrudo y esbelto, la tez morena, grandes ojos grises y el rostro largo, completamente afeitado.

Una mortificación más. ¡Todo sea por Dios!... Y entraron en el castillete, convertido interiormente en capilla. Allí hacían las señoras sus ejercicios no pudiendo entrar en el monasterio. Subieron la escalera, adornada con imágenes en cada rellano, y entraron en la antigua cámara, transformada en capilla. Lo primero que llamaba la atención del visitante era la escasa elevación del techo.

En aquella, la mente trabajaba en la ilusión, fabricando mundos vanos con la espuma que echan de las ideas bien batidas; en esta trabajaba en la razón, entreteniéndose en ejercicios de lógica, sentando principios y obteniendo consecuencias con admirable facilidad.

Palabra del Dia

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