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Los dos primeros están provisionalmente en un almacén de papel; el tercero es jardinero y el cuarto tiene una cerrajería. Señor Domet, es usted un grande hombre; perdóneme si he dudado de su erudición. ¡Mientras que no dude de mi obediencia! El señor Domet partió; era la una y todos se levantaron el uno después del otro.

-Bien podrá ello ser así -replicó el bachiller-, pero dubitat Augustinus. -Dude quien dudare -respondió el paje-, la verdad es la que he dicho, y esta que ha de andar siempre sobre la mentira,como el aceite sobre el agua; y si no, operibus credite, et non verbis: véngase alguno de vuesas mercedes conmigo, y verán con los ojos lo que no creen por los oídos.

Hablome de mi padre, de toda mi familia, y demostró conocerla tan bien, que no dudé de que fuese el dueño del castillo. ¿Es usted el señor de C...? le dije. Pero él se levantó, mirándome exaltado, y repuso: Lo era, pero ya no lo soy; ya no soy nada. Y al ver el asombro con que yo le oía, agregó: Ni una palabra más, joven; no me interrogue usted...

Para que no se dude de mi veracidad, quiero trasladar aquí un párrafo del <i>Conciso</i> que conservo en la memoria: «Otro de los medios indirectos decía pero muy poderoso, para renovar el entusiasmo, sería volver a usar el antiguo traje español. No es decible lo que esto podría influir en la felicidad de la nación. ¡Oh, padres de la patria, diputados del augusto congreso!

Su fisonomía simpática y varonil iba contrayéndose por momentos con expresión de dolor, que, al fin, logró conmoverme y que me olvidase de mismo. Luego, con voz alterada, me dijo que me agradecía la noticia y que sentía no se la hubiese dado primero, lo cual dudé un poco. Pensar en que había de volver a hablarle más que como amigo y con la mayor ceremonia posible, era pensar lo excusado.

¡Ay! no lo dude usted: se acordará... manifestó Doña Paca con grande animación en los ojos y en la palabra . Si no se acordara, sería un puerco... Lo que me decían D. Francisco Morquecho y D. José María Porcell... ¿Cuándo? Hace... no cuánto tiempo. Verdad que ya pasaron a mejor vida. Pero me parece que les estoy viendo... Fueron testamentarios de García de los Antrines, ¿no es cierto?

De tal manera llevan todas las construcciones de D. Leopoldo de Austria el carácter de su época, que no es posible desconocerlas; pero el que dude de esta verdad coteje la ornamentacion de estos tímpanos con la de los que estan enfrente, en la arquería árabe que conservó el prelado al tender la bóveda del trasaltar, y se convencerá de que todo es de un mismo tiempo.

Don Alonso apretó en sus manos la mano estremecida del mancebo, y mirándole de un modo profundo, con los ojos brillantes de emoción, le dijo: Nunca dudé de la honra de quien lleva una sangre tan calificada y tan limpia como la vuestra; pero huélgame declarar que las palabras que acabo de oíros me quitan del alma una incomprensible pesadumbre. ¡Ea, dadme esos brazos!

Amigo mío, dijo gravemente Marenval, en aquel instante no había que andar con paños calientes. Vi que todo se iba á perder si no echaba á pique la tal embarcación y ¡qué diablo! no dudé. Hizo usted perfectamente, Marenval. Sin usted todo estaba perdido. Lo , y no estoy descontento de mi manera de obrar. Pero sepa usted que no era de los carceleros de lo que yo tenía más miedo por todos.

»De pronto salió en el telón el interior de una trinchera, con muchos soldados descansando. Uno de ellos escribía una carta sobre sus rodillas, puesto de espaldas al público. Poco á poco volvió la cabeza y sonrió á las gentes. Yo dudé, creyendo que veía mal. Luego debí gritar. ¡Era mi nieto!... »Me levanté para verle mejor; quise ir hacia mi Alberto.