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Actualizado: 15 de junio de 2025
Un escritor ingenioso dijo más adelante que la república federal no se le hubiera ocurrido a nadie para España si Proudhon no escribe un libro sobre el principio federativo y si Pi no le traduce y le comenta. Sea como sea, y valga la explicación lo que valiere, es evidente que el federalismo se improvisó allí y doquiera en menos que canta un gallo.
Por último, tiende la vista por doquiera: una lucha cuasi eterna en Europa de dos principios: reyes y pueblos, y el cuasi triunfante de ella y resolviéndola con su justo medio de tener cuasi reyes y cuasi pueblos.
Todo esto envuelto en un torbellino, una brisa, una confusión eterna. Es el sepulcro sin la calma. ¿Tiene culpa el mar de la perfidia de esa playa? No por cierto. El mar llega allí, como por doquiera, bullicioso y robusto, pero lealmente.
-Yo no sé esas miradas -replicó Sancho-: sólo sé que será bien que vuestra señoría entienda que, pues volábamos por encantamento, por encantamento podía yo ver toda la tierra y todos los hombres por doquiera que los mirara; y si esto no se me cree, tampoco creerá vuestra merced cómo, descubriéndome por junto a las cejas, me vi tan junto al cielo que no había de mí a él palmo y medio, y por lo que puedo jurar, señora mía, que es muy grande además.
No es ya el íntimo deleite de los estanques y acequias que aparecen, distanciados, entre los repliegues de un terreno arcilloso, bajo el cual se filtra el agua por doquiera, dispuesta a reaparecer en la menor depresión del terreno. Aquí la impresión es grande, vasta.
España, en su gloriosa expansión, no se dilató por el mundo para saquearle y para traer á la Península los despojos ópimos, sino para difundir por doquiera su cultura, su religión, su idioma y sus artes.
Apaga la luz del día de humo negro nube espesa; rásganla voraces llamas incendiando la ancha esfera, que a los deslumbrados ojos miente tempestad horrenda, y aquella sangre, que baña monte y llano por doquiera, parece la roja lluvia de aquella nube bermeja.
Carros de luz nos columpiarán en el éter; corolas misteriosas de flores peregrinas nos suministrarán, como en cálices de oro, los manjares más deliciosos, las bebidas más delicadas; y esta mariposa, en fin, nos llevará a nuestro antojo, y con la viveza del pensamiento, doquiera que mandemos, dándote a ti asiento en la verde y a mí en la blanca y siniestra ala.
Por doquiera que había yo agotado agitaciones sólo hallaba invariable paz. Todo era dulzura y quietud en aquello que otrora causara las primeras perturbaciones de mi espíritu. «¡Qué cambio!», pensaba y bajo la incandescencia de la cual estaba abrasado, hallaba más fresca que nunca la fuente de mis primeras afecciones.
Diz que narran del mundo la primera alborada, del sol el primer beso que su seno encendió, cuando miles de seres surgieron de la nada, y el abismo poblaron y la cima encumbrada y doquiera su beso fecundante estampó.
Palabra del Dia
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