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Actualizado: 19 de junio de 2025
Haga usted de modo que ella ignore quién la suministra este insignificante recurso, y quién la hace estas preguntas, á fin de que tenga algo que la distraiga del pensamiento que la domina, y que acabará por volverla loca. Dígala usted que no se desespere, que no se apure, que no se aflija.
De vez en cuando se oía el grito de impaciencia de alguno de ellos dirigiéndose al chico: «¡Apunte, niño, no se distraiga!» Al lado de Gonzalo vino a sentarse don Feliciano Gómez, que comenzó a marearle con su charla bondadosa e insubstancial, dándole a cada instante palmaditas afectuosas en el muslo como tenía por costumbre.
Lope de Vega os espera; esta tarde á las dos debéis aparecer estrella; procurad que no os nublen los del patio... debéis, pues, agradecerme que no os distraiga. Paréceme que estaréis aquí mejor que en palacio, tío Manolillo. Buenas noches, don Francisco, buenas noches y hasta que despertéis.
No por amor suyo, de que V. carece, sino por el mundano honor de que V. se jacta y por los respetos y consideraciones que todo hombre bien nacido debe á las damas, ruego á V. que no nos distraiga del camino que llevamos, ni perturbe nuestra vida retirada y devota.
Si tuviera los cinco sentidos puestos en el cartón, como usted, no le sucedería eso. No se necesita tener puestos los cinco sentidos para apuntar los números que salen, y es triste gracia que, porque una persona se distraiga, los demás suframos las consecuencias. Más triste es la gracia de ganar una lotería y que otro se la lleve.
Le enfadaba también que la calle y los terrados de las casas vecinas estuvieran llenos de gente que no hacía nada y le miraba con curiosidad pasearse con la cabeza envuelta en un pañuelo, como una mujer. Quería ya bajar, cuando su mujer le dijo: Mira, conducen a los bandidos; quizá eso te distraiga. ¡Déjame en paz! respondió colérico Ben-Tovit . ¿No ves lo que sufro?
La voz argentina de Pepita rompió el silencio, y, sacándome de mis meditaciones, dijo: ¡Qué callado y qué triste está Vd., señor D. Luis! Me apesadumbra el pensar que tal vez por culpa mía, en parte al menos, da a Vd. hoy un mal rato su padre trayéndole a estas soledades, y sacándole de otras más apartadas, donde no tendrá Vd. nada que le distraiga de sus oraciones y piadosas lecturas.
Sí, como yo, como nosotros, seamos francos, aquí no nos oye ningun indio, continuó el joyero; el mal está en que todos no seamos tulisanes declarados; cuando tal suceda y vayamos á habitar en los bosques, ese día se ha salvado el país, ese día nace una nueva sociedad que se arreglará ella sola... y S. E. podrá entonces jugar tranquilamente al tresillo sin necesidad de que le distraiga el secretario...
Palabra del Dia
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