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Si le preguntaba por la señora, estaba dispuesta a mentir, a decir que había subido al segundo piso, a los desvanes, donde quiera, a tal o cual tarea doméstica; iba preparada a ocultar la visita del Magistral sin que nadie se lo hubiera mandado; pero creía llegado el caso de adelantarse a los deseos del ama y de su amigo don Fermín. «¿No le habían hecho llevar cartas sin necesidad de que lo supiera don Víctor? ¿Pues qué necesidad había de que supiera que llevaban más de una hora de palique en el cenador, y a obscuras?».

Pero la Isidra negose a esto. ¿Y su hijo? ¿No expulsarían a su Isidrín del Hospicio al tener un padre que trabajase por él?... Ella le quería allí; le quería sabio, ya que, según los informes de los maestros, iba para ello, y la señora mostrábase cada vez más dispuesta a hacer de él un señorito, un hombre de carrera. Tenía fe en el porvenir de su hijo.

Dormir, ¿y qué saca uno de dormir? Pues embrutecerse, olvidarse de lo principal, que es el desprendimiento y la evasión. Querida mía, o estás conmigo o estás contra ; decídete pronto. ¿Estás dispuesta a tomar la llave de la puerta y escaparte conmigo? ¿?

Al entrar en su casa lo primero que dijo a doña Lupe fue esto: «Tía de mi alma, yo me quiero retirar del mundo, y entrar en un convento donde pueda vivir a solas con mis ideas». Vio el cielo abierto la de Jáuregui al oírle expresarse de este modo, y respondió: «¡Ay, hijo mío, si ya te tenía yo dispuesta tu entrada en un monasterio muy retirado y hermoso que hay aquí, cerca de Madrid!

Pero nosotros no seremos tan tontos que les sigamos hasta aquella altura. Apostaría cualquier cosa a que en aquel bosque de eucaliptos está escondida la tribu entera, dispuesta a echársenos encima. ¿Sabrán que tenemos prisionero a su jefe? Desde luego lo sospechan. Con que, vamos, Cornelio; envía una bala a esos hierbajos.

Paréceme que no está muy bien dispuesta. La encuentro peor de la enfermedad del cuerpo; y en cuanto al alma, cada vez la entiendo menos. ¡Qué ideas tan extrañas! Arriba, arriba. Nos veremos luego. Yo no me voy ya de la casa hasta que se acabe todo».

Lanzóse fuera del comedor y trepó la escalerilla de sus habitaciones, pero misia Casilda le siguió, dispuesta a zarandearle como se merecía: sabido es que la tía Silda tenía sus momentos de energía formidables. Pero, por más que ella se apresuró, Quilito llegó el primero arriba y se encerró a piedra y lodo.

Subió al piso principal, atravesó todas las habitaciones y abrió la puerta del gabinete, el cual estaba amueblado como en otro tiempo; exactamente igual que hacía seis años. Hasta la cena que había encargado antes de su repentina marcha, apareció dispuesta ante sus ojos. Vio que en la mesa había dos cubiertos.

De puro cumplido, le faltó muy poco para besar la mano a mi madre, como los paladines de teatro. Conmigo fue un caramelo tierno. »Mientras la tertulia se rebullía sin orden ni concierto, yo andaba de acá para allá, poco dispuesta a entretenerme con frivolidades de corrillo o cumplimientos resobados.

Pero ya lo arreglaremos, hijo, y a me tienes dispuesta a darle la morrada a la bestia cuando menos ella se lo piense. Ya no la puedo sufrir. Tía y esposa, disimulando su tristeza, le contemplaban mientras tomó el chocolate, admiradas de que lo tomase con ganas. Las ganas teníalas la bestia, él no. xi