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Actualizado: 15 de junio de 2025


Disipada en parte la niebla que pesaba sobre su espíritu, pudo fijarse y tomar interés en lo que á su alrededor pasaba. El regocijo y la bulla crecían á medida que avanzaba la tarde. Una agitación tumultuosa reinaba en las calles: de su recinto estrecho salía un clamor profundo como el de un río que se despeña.

Llegaba del Círculo de Labradores, donde, según me dijo uno, iba dejando ya, sobre el tapete verde de la mesa de juego, una fortuna. Era hombre de media edad aún, vigoroso, en quien los excesos de su vida disipada no se reconocían más que en la mirada vaga y perezosa. Reconocíase en él a un mismo tiempo al caballero y al calavera.

Hacia el fondo, en la lejanía del paisaje, visto a trozos entre grupos de troncos, la niebla, aún no disipada por el sol pálido y débil, formaba un tenue velo gris, sobre el cual destacaban los intrincados arabescos del ramaje seco, los cipreses, cuyo vértice mecía el aire, y las apretadas copas de los pinos.

En el monótono arrullo de aquel constante y largo rumor del viento y de la lluvia, no hice más que pensar en el tumulto que producirían en torno a la alcoba y al sueño de Magdalena, si es que dormía. Mi fuerza de reflexión no iba más allá de esa sensación pueril y puramente física. Disipada la tempestad, Agustín me obligó a salir desde por la mañana.

De ese documento se deduce, que era grande el escándalo y disipada la vida de esas gentes, y, como su profesión agradaba tanto al pueblo, en cualquier parte encontraban jóvenes que los protegiesen: hasta la justicia los favorecía, valiéndose, para lograrlo, de la intercesión de las mujeres de las compañías.

La gaita y el tambor se perdieron por las retorcidas callejuelas de la aldea. Demetria, disipada ya por entero la nube de tristeza que sombreaba su alma, corrió á vestirse.

La irresolución y las dolencias de Enrique IV, la conducta disipada de la reina, las discordias de ambos cónyuges, y las consiguientes parcialidades de los grandes, convirtieron á la corte y al reino en un teatro de anarquía, en el cual apenas tenían cabida la ilustración y la cultura.

El valiente y virtuoso Federico, á lo menos hasta entonces, desea acompañarlo; pero su padre determina encargarle en su ausencia del gobierno de su ducado, por la confianza que le inspira, y le manda permanecer en Ferrara. Al comenzar el acto tercero vuelve el Duque victorioso de la guerra, firmemente decidido á renunciar á su anterior vida disipada y á consagrarse sólo á su esposa é hijo.

Jamás había visto expresado de un modo tan cínico el ateísmo. No pensaba que hubiese quien estuviera verdaderamente convencido de que Dios no existía. Disipada, no obstante, al cabo de algún tiempo la impresión, no pudo menos de pensar que se había amilanado pronto.

La de Núñez, más disipada; frecuentaba más el Casino que el Ateneo, tenía queridas y gastaba mucho dinero, sin que se supiese de dónde procedía, pues hacía años que pintaba poco. Tristán sonrió, avergonzado de aquellas extemporáneas lamentaciones. ¿Y qué tal lo has pasado ayer en el Escorial?

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