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Actualizado: 9 de mayo de 2025
De las miradas se pasa a las palabras con suma facilidad, y don Andrés, procurando hallar siempre sola a Juanita, se acercaba a ella al ir a entrar en la tertulia y le disparaba a boca de jarro, como si fuera su boca la ametralladora del dios Cupido, un diluvio de flores y una descarga cerrada de piropos ardientes.
Serían inútiles todas las extratagemas de aprovechamiento; sólo encontrarían la tierra pobre y estéril, sin la menor partícula de hierro, y entonces vendría el ¡sálvese quien pueda!, el momento terrible de la vuelta á la pobreza, la fuga desordenada y arrolladora de la muchedumbre que engañaba su hambre trabajando en la cantera, dejando entre sus pedruscos lo mejor de su vida: el aislamiento de los poderosos, encerrándose en el arca de su riqueza, para flotar sobre este Diluvio final.
Y volviéndose al anciano, añadió: ¿Sabe usted cuánto llevo perdido? ochenta mil nacionales, y tengo que pagarlos en las veinticuatro horas, y mujer e hijos que mantener, y un sueldo en una oficina que apenas me alcanza para comer y vestir. ¡Que venga, que venga el diluvio! ¡Ojalá! Bondadosamente, el viejo, un antiguo conocido, le hizo reflexiones, que le impresionaron.
Llega la noche de San Juan, día en que se abre la pesca, y veis surgir de las profundidades la ascensión de otro mar, el mar de los arenques. La llanura indefinida de las aguas no será bastante grande para contener aquel diluvio viviente, una de las revelaciones más triunfales de la fecundidad sin límites de la Naturaleza.
Cuando las columnas de soldados extranjeros, semejantes á larga serpiente que se escurre por una rendija, llenaron el desfiladero, oyóse un grito y desplomóse un diluvio de peñascos sobre la muchedumbre que pasaba por debajo.
Ya puede imaginarse cuál sería el estupor de los kaiserlicks ante aquel diluvio de escombros y piedras.
Bien mirado, no cayó sobre España aquel inmenso diluvio de moros de que nos habla Fray Luis de León en la Profecía del Tajo.
A lo sumo se permitían maldecir de los curas, acusarles de inmorales y codiciosos, o renegar de que se «metiesen en política» y tomasen las armas para traer el «escurantismo y la Inquisición»: cuestiones más trascendentales y profundas no se agitaban, y si a tanto se atreviese alguien, es seguro que le caería encima un diluvio de cuchufletas y de injurias.
Un guardia quiso prender a la oradora, pero sus compañeras la defendieron a palos, mordiscos y arañazos... Salió un sable de la vaina, y allí fue Troya. Un diluvio de piedras y medios ladrillos cayó sobre los representantes del poder; y todos quedaron iguales; así los mal nombrados por el gobierno, como los peor elegidos por el pueblo.
Liebres, conejos, perdices, arceas, salmones, truchas, capones, gallinas, acudían mal de su grado a la cocina del Marqués, como convocados a nueva Arca de Noé, en trance de diluvio universal. A todas horas, de día y de noche, en alguna parte de la provincia se estaban preparando las provisiones de la mesa de Vegallana; podía asegurarse.
Palabra del Dia
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