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Actualizado: 2 de mayo de 2025
El hijo de la señora Angustias sentía un orgullo de triunfador cuando le saludaban los señores ricos y las damas elegantes susurraban su nombre, designándolo con los ojos. Además, él era devoto del Señor del Gran Poder.
Y el admirador se sentó, con la satisfacción de un devoto que entra en el santuario del ídolo, dispuesto a no moverse de allí hasta el último instante, recreándose al recibir el tuteo del maestro, y llamándole Juan a cada dos palabras, para que muebles, paredes y cuantos pasasen por el inmediato corredor pudieran enterarse de su intimidad con el grande hombre.
Hay en la misma novena una CONSIDERACIÓN DE ESTE MARAVILLOSO FAVOR y es que, para conseguir la enmienda de nuestras vidas, a vista del favor con que amparaban Jesús, María y José a su devoto aunque tan rematado pecador, era necesario imitarle en su invocación tantas veces repetida en todos los días de maldad, "Jesús, María, José."
Le halagaba esta popularidad devota; quería que todos supiesen en el barrio su asistencia a la procesión, y al mismo tiempo temía que la noticia se esparciese por la ciudad. Creía en la Virgen y deseaba ponerse bien con ella, para los peligros futuros, con devoto egoísmo; pero temblaba pensando en las burlas de los amigos que se reunían en los cafés y sociedades de la calle de las Sierpes.
Pues bien, por arte de encantamiento, esto es, por arte de aquella voz dulce y de aquellos ojos más dulces aún, que le miraban con elocuente expresión, se despojó súbitamente de sus opiniones anticlericales, transformándose en un decidido campeón del altar y en un fervoroso devoto de todos los santos y santas de la corte celestial.
Curábale su esposa con amor, aunque no sin gritos, pues el maldecir a la marina y a los navegantes era en su boca tan habitual como los dulces nombres de Jesús y María en boca de un devoto.
El devoto mirose los zapatos y añadió: Me aguardan en Bellasvistas, señor de Maltrana. Llevo tres reales en el bolsillo y unas hojitas para cierta viuda. La pobrecilla está muy mal; tiene un batallón de chiquillos. Ya sabe usted, don Isidro, dónde vivo. A ver si me honra un día con su presencia y visita mi jardín.
Me acuesto a obscuras; y en cuanto a papelotes, ninguno me importa nada, ya que maldito lo que me interesa la política. A estas horas no sé quién manda en España. Lo mismo da que sean unos que otros. Todos son lo mismo: gobernantes, manipulantes y danzantes; y eso de la política, zarandajas, marañas, patrañas y tonterías. El devoto exaltábase al hablar.
El sacerdote se preparaba a oficiar sin más pueblo devoto que las sillas esparcidas en el salón con el desorden de la fuga. Sólo algunas domésticas, enviadas por sus señoras, entraron apresuradamente para no quedarse sin misa. Doña Zobeida y Conchita habían avanzado hacia los asientos de primera fila, consolando al oficiante con su presencia de esta retirada general.
Todas estas tradicionales, artísticas y pintorescas manifestaciones de la piedad religiosa encantaban más a don Andrés que al más sencillo devoto de todos los habitantes de Villalegre, y por su gusto no se suprimía nada, sino que se aumentaba y se mejoraba bastante.
Palabra del Dia
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