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Aquí se trasladó en el sangriento 23 de Agosto la guillotina, por órden del Consejo general de la Municipalidad de Paris, y esa guillotina, ese mónstruo bárbaro é insaciable, devoró las cabezas de Luis XVI, de María Antonieta, de Carlota Corday, de la Princesa Isabel, de Madama Roland, de los Girondinos, de Barnave, de Hebert, de Danton y de Robespierre.

Al ver tan loca intemperancia, Julieta, por toda respuesta, miró a su madre con un gesto que daba la medida exacta de la capacidad de doña Juana; lanzó otra ojeada no menos expresiva ni más lisonjera a su padre, y salió del gabinete para encerrarse en el suyo, en el cual devoró en silencio muchas lágrimas de ira, y tal vez echó los cimientos de algún propósito rebelde.

Pero en medio de su inmensa tarea, no cesaba de tener corazonadas pesimistas, y exclamaba con tristeza: «¡Si me parece mentira!... ¡Si yo no he de verlo!...». Y este presentimiento, por ser de cosa mala, vino a cumplirse al cabo, porque la alegría inquieta fue como una combustión oculta que devoró la poca vida que allí quedaba.

... ... tu madre... pero más bajo, más bajo... ¿no ves que yo devoro mi voz, cuando si estuviese solo rugiría?... cuando tu madre estuvo sepultada... es el nicho de la segunda hilera, junto al rincón, en la pared derecha de la puerta, conforme se entra... nunca olvido aquel nicho... cuando estuvo sepultada... parecióme que me quedaba solo en el mundo... no había amado nunca...

Oyó esto Isidora con rabia; mas conteniéndose, devoró tal afrenta y se amordazó la boca para que no saliesen las palabras que del corazón le brotaban. Encerrose con el chico en su cuarto, le lavó y vistió, para lo que tenía apercibida gran cantidad de agua y ropa nueva.

De repente, hizo presa en aquellos adornos, y en un segundo los devoró, escupiéndolos después como negras pavesas, que revoloteaban sobre las cabezas de la muchedumbre. Los monigotes, firmes y en pie, ardían como grandes antorchas con un inquieto plumaje de llamas. Andresito recordaba los cristianos embreados que iluminaban con sus cuerpos el camino de Nerón.

Ya sabes que soy aficionada a leer, que devoro novelas, que he leído hasta Don Quijote de la Mancha: mira, allí hay una a quien le sucediolo que a . ¿Te acuerdas cuando, hablando de sus amores con don Fernando, dice Dorotea, poco más o menos: «con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido?» ¿Te acuerdas de ésto?

Eran dragones que llegaban para extremar la persecución. Pero sus caballos estaban fatigados; únicamente la fiebre de la victoria, que parecía transmitirse de los hombres á las bestias, sostenía su trote forzado y doloroso. Uno de estos jinetes se detuvo junto á la entrada del parque. El caballo devoró con avidez unos hierbajos, mientras el hombre permanecía encogido en la silla como si durmiese.

6 Y él andaba entre los leones; se hizo leoncillo, aprendió a hacer presa, devoró hombres. 7 Y conoció sus viudas, y asoló sus ciudades; y la tierra fue asolada, y su abundancia, a la voz de su bramido. 8 Y dieron sobre él los gentiles de las provincias de su alrededor, y extendieron sobre él su red; fue preso en su hoyo.

Recorría sus posesiones en la pequeña Rusia, y un niño, hijo de un mujik, que le servía de guía, iba explicándole las cualidades de los árboles y hierbas: al pasar por delante de un verde matorral, el chico señaló una planta pequeña, de hojas largas y velludas, y le dijo: «Este es beleño, un veneno tremendoEntonces, rápidamente, sin dar a su guía el tiempo de acercársele, no ya de impedir el acto, arrancó cuantas hojas pudo coger su mano y las devoró.